Hace unos días Miquel Roca, uno de los padres de la Constitución, representante en el Congreso del grupo parlamentario catalán, titulaba su artículo semanal: «Volver a empezar». De algún modo, con el estilo ecuánime que le ha caracterizado en su actividad pública, se trataría de reconstruir lo que ha intentado dinamitar el procés hacia la independencia. El punto de partida debería ser, añado por mi cuenta, el 21 de diciembre con las convocadas elecciones. Qué puede ocurrir en ellas es una pregunta corriente. Hasta qué punto es posible que se reproduzca la mayoría absoluta en el Parlament de las formaciones políticas que desencadenaron el procés, «la creación de una normativa para la independencia», en palabras del juez Llarena en el auto relativo a Forcadell, y su puesta en práctica hasta donde pudieron, de lo que el falso referendo constituyó un hito. La declaración unilateral de independencia fue aprobada por el Parlament, como ha reconocido el Tribunal Constitucional, no desmentida por la presidenta, aunque haya sostenido que tenía un carácter simbólico. Con independencia de ese pronunciamiento en términos procesales de defensa, lo que vino a confirmar es que la DUI no tendría efecto alguno, porque lo impedía la aplicación del anunciado artículo 155, como así ha ocurrido. En realidad, renuncia a lo que había protagonizado.
Es la constatación del fracaso del intento; en otras palabras, el fin formal del procés. ¿Es verosímil que una hipotética mayoría independentista vuelva a ponerlo en marcha aprovechando el trabajo ya realizado? La DUI estaba condenada al fracaso. La necesitaba el PDECat liderado por Mas, en su pugna con la creciente ERC; la ha usado esta para desgastar a aquel.
Necesitaron de la CUP, en la que prima lo antisistema sobre el ideario nacionalista y que no desdeña el tumulto, como acaba de mostrarse en la reciente huelga, frente a los esfuerzos de los nacionalistas de evitar violencia y tumulto para no incurrir en delitos de rebelión o sedición.
Puigdemont, que fue un pretexto para contentar a la CUP, ha terminado por creer que era real el papel que le habían adjudicado y que sigue desempeñando como president en un exilio que nadie reconoce.
Para conseguir algo llegaron demasiado lejos. Cualquiera que sea la opinión sobre la actitud del Gobierno a lo largo del procés, como las manifestadas recientemente por González y Aznar, era imposible que se reconociese una DUI.
Así las cosas, no parece que vaya a realizarse el desesperado llamamiento de Puigdemont por una lista unitaria, de país, de carácter independentista. Cada formación política tiene por delante sus propios intereses electorales, para encontrarse en la mejor de las posiciones el 21D. ERC desbancaría al PDECat, para quien Puigdemont empieza a ser un problema. Sin entrar en otros cálculos, si se repitiese la actual mayoría le sería muy arduo resucitar el procés, cuyo final conocen.
Otra cosa es que evidenciaría que persiste un problema político a resolver.