La nota estridente del año

OPINIÓN

30 dic 2017 . Actualizado a las 17:29 h.

sin lugar a dudas, el problema político catalán es la nota estridente que da tono a este año a punto de terminar. Quedó patente en el discurso del rey Felipe VI, que atendió también a otras cuestiones de interés general. La situación actual ha empeorado con el resultado de las elecciones del pasado 21 de diciembre. Puede dárseles todas las vueltas que se quiera, pero la cruda realidad es que los independentistas han conservado la mayoría absoluta en el Parlamento, incluso con una menor importancia de la CUP. La fecha de las elecciones no fue la mejor decisión. Una moneda al aire confiando en que una participación masiva, que efectivamente hubo, inclinaría la balanza del lado constitucionalista. El resultado ha generado la situación inédita de que los líderes de los partidos nacionalistas y algunos de sus miembros huidos o en prisión han sido elegidos y abundan las cábalas sobre su participación en votaciones fundamentales y en la misma investidura de un candidato a Presidente. El espectáculo está preparado. Se habría evitado si el PP hubiese mantenido el plazo de seis meses para convocar elecciones y no hubiese cedido a los condicionamientos de PSOE y Ciudadanos para aplicar el 155. Un tiempo, como mínimo, para que decisiones sobre los encausados no dependiesen de un solo juez.

Ahora lo inminente es, constituido el Parlamento, elegir su mesa y con ello quién va a presidirlo. Al presidente o presidenta corresponderá proponer un candidato o candidata después de oír a las representaciones de los partidos. En estas condiciones no tiene sentido la pretensión de C’s de reclamar la presidencia del Parlamento, como tampoco la presión del PP, a la que se ha sumado el PSOE y una patronal para que la triunfadora ciudadana tome la iniciativa conducente a formar un gobierno. Los nacionalistas tienen la sartén por el mango y ya se verá cómo la utilizan, resuelven sus propias contradicciones y salvan los escollos de la ley que utilizan según les convenga.

El éxito de Ciudadanos y el hundimiento humillante del Partido Popular ha propiciado especular sobre su extrapolación a unas futuras elecciones generales. Sea de ello lo que fuere constituye un serio motivo de reflexión para los concernidos: causas y responsables. No es descartable que nos encontremos ante una nueva etapa. Del consenso constituyente ha desaparecido CiU; el PNV se olvida del medieval «pacto con la Corona» que defendió; los secesionistas y los podemistas, que vienen a ocupar el sitio del PC, se manifiestan claramente en contra de la Monarquía. El reclamo a Rajoy por sus episódicos socios del 155 de una segunda transición, tergiversando el discurso del Rey, es un oportunismo insensato. Desde un punto de vista pragmático, qué presidente de una república podría hoy representar mejor la unidad del Estado. Más que fallar la Constitución, que no es inalterable, los partidos políticos son los que no han estado siempre a la altura. Lo que haya de cambiarse debería servir para consolidar su fundamento constituyente, no para eliminarlo.