Para muchos de nosotros, nombrar a Roberto Carlos implica recordar a un futbolista del Real Madrid y a un cantante. Uno tenía un golpeo de «tres dedos» con la zurda de una potencia espectacular que nos dejó un par de goles de los que aparecen en la selección de los mejores de la historia del fútbol. El otro tenía a aquel gato que estaba triste y azul y a Lady Laura, que le contaba un cuento bonito para hacerlo dormir.
Al leer la prensa estos días, cargada de noticias que le ponen a uno los pelos de punta, recordaba yo una canción de la década de los 70 llamada El Progreso. Era del Roberto Carlos cantante y en una estrofa decía que «Errores no corrigen otros, eso es lo que pienso». Aunque desde los clásicos nos han enseñado eso de que virtus in medio est, el péndulo es muy difícil de parar en la zona media de su recorrido. Toda la historia está repleta de decisiones -muchas veces tomadas por iluminados iletrados en el asunto en cuestión- que nos lo demuestran. A veces nos quedamos más tranquilos porque es «la sociedad» la que evoluciona en uno u otro sentido para combatir algún desequilibrio, pero muchas veces la tranquilidad dura poco. Un ejemplo de esto es el efecto devastador que la masiva entrada de las mujeres en el consumo del tabaco ha tenido en su salud. Cuando años de campañas contra el consumo de tabaco han logrado reducir su consumo entre los chicos, han sido las chicas las que han engordado las cuentas de beneficios de las tabacaleras. Puede haber sido por un afán transgresor, por el mensaje de que a ellas no se les puede prohibir nada porque ellas pueden con todo, por demostrar que son iguales ¡de machos! que los fumadores, o quién sabe por qué, pero el hecho es que el tabaco ha elevado la frecuencia del cáncer de pulmón en las mujeres a unos niveles desconocidos.
Los estudios más recientes dicen que es ya la segunda causa de muerte por cáncer en las mujeres. No se sabe aún si es solo porque fuman más o porque hay una mayor predisposición a sufrirlo si se da el estímulo nocivo del tabaco en las mujeres que en los hombres, pero el hecho es que se ha convertido en un problema de salud muy importante. Es un error pensar que igualar los derechos sociales de hombres y mujeres va a cambiar la biología. A la naturaleza no le importa que seamos más o menos igualitarios: nuestro código genético, nuestra distribución corporal y lo que nuestro cuerpo puede hacer es como es. Y el tabaco genera la misma respuesta tóxica en las células de una mujer que viva en el país más igualitario del mundo que en las de otra que viva en el país en el que se conculquen más los derechos de las mujeres. Esa respuesta es mayor en sus células que en las de un hombre. Y eso no se va a resolver cambiándole de nombre al tabaco por tabaca, para que sea más igualitario, que parece que -para algunos- es el santo grial para la solución de los problemas. De la misma manera que el hígado femenino metaboliza el alcohol peor que el masculino, y vemos con desgraciada frecuencia a chicas cada vez más jóvenes intoxicadas hasta el límite del coma etílico sin que se tomen las medidas suficientes para controlar ese problema, sea por ignorancia de los responsables políticos o sea por no dejar de ser políticamente correctos, parece que vamos a seguir viendo cómo cambia el perfil de los pacientes con enfermedades obstructivas pulmonares crónicas y cáncer de pulmón, de masculino a femenino.