¿Qué le aporta Ciudadanos a Casado?

Fernando Salgado
fernando salgado LA QUILLA

OPINIÓN

Angel García

25 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando en las pasadas elecciones generales Pablo Casado invitó a Ciudadanos a formar la coalición España Suma, la propuesta tenía sentido. Se trataba de re-unir, en palabras de un dirigente popular, todo lo que está a la derecha de la izquierda. La invitación cayó en saco roto porque un endiosado Albert Rivera, con los humos subidos tras los resultados de abril, aún se creía capaz de disputar a Casado el liderazgo de la derecha. Después pasó lo que pasó: Ciudadanos se pegó un batacazo, su cosecha de escaños se redujo a menos de un quinto, Rivera hizo mutis por el foro y el partido entró en coma irreversible.

En esa tesitura, Inés Arrimadas, la enfermera que se hizo cargo del desahuciado, tenía que optar para devolverle un hálito de vida a Ciudadanos: intentar recuperar el extraviado ADN centrista o acudir al PP, ahora con humildad, en petición de socorro y cuidados paliativos. Optó por la segunda vía y propuso a Casado afrontar en coalición las próximas elecciones en Galicia, País Vasco y Cataluña.

La posición de Arrimadas se entiende, pero extraña que Pablo Casado haya sido seducido por los cantos de sirena. Muchos, dentro y fuera del PP, confiaban en que iba a despachar la solicitud con buenas palabras y viento fresco. Nadie comprende, a no ser en clave partidaria interna, su empeño en insuflar oxígeno al moribundo, incluso a costa de sacrificar a algunos de sus peones más valiosos. El España Suma de antaño tenía sentido: mejoraba las expectativas electorales de ambos, al reducir el efecto perverso de la división, y le daba una pátina de centrismo y moderación al derechizado PP de Casado. Pero la vieja receta ya no sirve: el fármaco ha caducado y las siglas de Ciudadanos restan más que suman, especialmente en las tres comunidades históricas.

Ciudadanos era, ya antes de su debacle en el conjunto de España, un partido residual en Galicia y País Vasco, y agónico en Cataluña. Cualquier tipo de acuerdo que consiga -coalición, incrustar algún miembro en las listas del PP- le supone un balón de oxígeno. Incluso en Cataluña le permitiría disimular, escondido bajo las faldas de una coalición, la estrepitosa caída que todos vaticinan. ¿Pero qué quita el PP de todo esto, qué le aporta esa compañía? En Galicia, absolutamente nada. Núñez Feijoo debe estar subiéndose por las paredes: aunque no ceda en el envite, Casado le ha colocado un molesto moscardón en el escenario. En el País Vasco, menos que nada. Casado fulmina al exministro Alfonso Alonso, pone en pie de guerra a su organización y regala un par de escaños a los inventores del cuponazo.

Tal estrategia solo puede entenderse en clave interna. Casado aprovecha el SOS de Arrimadas para desembarazarse de sus dirigentes díscolos, aquellos que cuestionan su deriva derechista en lo social y recentralizadora en lo territorial. Lamina a Alonso y lo sustituye por un aznarista de la vieja escuela de Mayor Oreja. Con Feijoo no puede, pero lo marea con el trampantojo de Ciudadanos. Quizá espera que sean los gallegos quienes le retuerzan el pescuezo.