Cuidar nuestro sueño

José Ramón Silveira Rodríguez LUCHA CONTRA EL CORONAVIRUS

OPINIÓN

María Pedreda

15 abr 2020 . Actualizado a las 09:08 h.

El estado de alarma ha modificado bruscamente nuestros hábitos y nos obliga a afrontar situaciones y emociones inesperadas a diario. Debemos permanecer confinados, muchos han dejado de trabajar/estudiar o lo hacen a distancia, se han suspendido o limitado la apertura de locales de esparcimiento, culto y ceremonias. Todos estos cambios nos podrán generar un grado de estrés psíquico, incluso por el mismo aburrimiento, por el que la calidad de nuestro sueño es probable que se vea afectada. Es o será posible que nos cueste más quedarnos dormidos, que nos despertemos durante la noche y no volvamos a dormir o tengamos un sueño posterior intranquilo, que nos despertemos antes de la hora o que sintamos que no hemos descansado bien. Si perdura este estrés psíquico podrá condicionar un agotamiento o extenuación cuyas consecuencias debemos evitar. Una buena recuperación, buscar motivación y vivencias emocionales positivistas ayudarán a evitar entrar en este agotamiento. Y en una buena recuperación el sueño juega un papel fundamental.

Dormir es esencial para nuestra salud, una mala calidad de sueño sin duda tendrá consecuencias no deseables (irritación, agotamiento, fallos de atención y memoria, aumento de peso, etcétera). El sueño es un estado reversible de desvinculacio?n y falta de respuesta al entorno cuya función es el descanso; estando despiertos nos cargamos de un cansancio que descargamos durante el suen?o. En un adulto joven sigue un patrón fijo, habitualmente monofásico, de unas 8 horas por noche con ciclos que se repiten de forma periódica, aunque estos sufren radicales transformaciones desde la infancia hasta la senectud.

El confinamiento puede llevarnos a desincronizar nuestro reloj biolo?gico y se perderá parte o toda su eficacia. Si nos movemos menos e incluso dormimos más durante el día, seguramente alteraremos nuestro patrón habitual y esto podrá acarrear consecuencias nocivas, incluso para nuestro sistema inmune.

Debemos minimizar todo lo posible su desincronización manteniendo la mejor calidad de sueño que podamos: despertarse y acostarse todos los días más o menos a la misma hora, mantener condiciones ambientales idóneas, horas regulares en comidas, no copiosas antes de acostarse, pero tampoco acostarse con hambre. También limitar el consumo de excitantes, sobre todo más allá de las 17.00 horas, no usar alcohol como inductor de sueño, no permanecer en cama más de las 7-8 horas de sueño necesarias, evitar siesta durante el día o no prolongarla más de 30 minutos, realizar una hora de ejercicio suave alejada de la noche, repetir una rutina de preparación antes de acostarnos (asearse, preparar la ropa del día siguiente, ponerse el pijama, …), incluso practicar rutinas de relajación. El móvil, la táblet u ordenador en la cama antes de dormir favorecen la «cronoruptura» confundiendo a nuestro reloj biológico al mantenerse la exposición a la luz, especialmente a la luz azul de las pantallas LED. Nuestro cerebro necesita asociar dormitorio y cama a dormir, no con actividades que nos mantengan atentos, como juegos o ver series. Si no consiguiésemos dormir debemos intentar no inquietarnos demasiado, no mirar el reloj, levantarnos y hacer algo poco estimulante (releer un libro, volver a ver una película tranquila), no regresando a la cama hasta que tengamos sueño de nuevo. Complementos alimentarios en infusión o en extracto de plantas con efecto relajante podrían ser de ayuda si no existe ninguna patología, en caso contrario será necesario consultar con nuestro médico. Porque debemos cuidar nuestro sueño … y nuestros sueños.