El covid y la mente humana

josé antonio flórez lozano FIRMA INVITADA

OPINIÓN

xoan a. soler

17 ago 2020 . Actualizado a las 09:17 h.

La situación producida por la pandemia viral del covid-19 en nuestro planeta es como una inmensa bomba atómica que pone a nuestro cerebro y a nuestra mente en situación de alarma prolongada, generando ansiedad y angustia, incompatibles con la salud. Y todo ello aumentado por el tsunami económico y social que se avecina. Un inmenso caldo de cultivo que dispara la ansiedad hasta límites insospechados, incompatibles con la salud. Eras feliz y, sin embargo, no lo sabías y no lo disfrutabas. 

Para muchos individuos, esta situación catastrófica implica un estrés insoportable; un estado psicológico indeseable de preocupación, angustia, temor, cansancio, irritabilidad, tristeza y agotamiento emocional. Reacciones que se han visto en otros momentos de la historia. Lucrecio, en De Rerum Natura, en el siglo I a. C., describe el miedo y el pánico de los atenienses con motivo de una epidemia de peste.

La comunicación e interacción social han disminuido drásticamente y se traducen en más estrés patológico y debilidad del sistema inmune. Y soledad por doquier, especialmente en los mayores. Y nada nos hace más vulnerables que la soledad. Ahí encerrados en sus casas o en sus habitaciones, el miedo sustituye a la libertad (el secuestro de la libertad). ¿Cuántos gritos de silencio? ¿Cuántas miradas perdidas? ¿Cuántas despedidas quebradas? El cerebro entra en un estado de alerta; los ritmos biológicos cambian, la actividad física e intelectual también.

¡Teníamos tantas preocupaciones absurdas! Con las nuevas tecnologías, la información y los bulos corren como la pólvora: muertos, infectados, ruinas económicas, desempleo, hospitales saturados, cuarentenas, rebrotes y medidas desesperadas. Un inmenso tsunami de preocupación, ansiedad y angustia nos arrasa por obsesiones relacionadas con la intoxicación informativa monotemática de los medios de comunicación. Un esfuerzo hercúleo de adaptación que puede generar fobias, reacciones de conversión, estados disociativos, obsesivos y compulsivos y estrés postraumático. Miedo, miedo y más miedo que convierte los sueños en terror nocturno; miedo a la muerte, al hambre y a la miseria. Un túnel de oscuridad muy densa; no vemos un rayo de luz, pero sí muchos rayos de esperanza.

¿Qué podemos hacer? Cualquier cosa anodina se convierte en salvavidas: el vuelo de una gaviota o el canto maravilloso de un petirrojo nos embelesa y nos tranquiliza y nos dice que hay vida; actúan como auténticos relajantes. Ahora descubrimos el valor terapéutico de la comunicación; no teníamos tiempo y ahora disponemos de él, pero no sabemos qué hacer. Hay que potenciar la confianza y la esperanza, ya que, como dijo el gran poeta André Malraux, «el fin de la esperanza es el inicio de la muerte». Practiquemos el arte de saborear la vida, de apreciar cada pequeño detalle, buscando felicidad en las cosas sencillas. Y recuerda el principio de Buda: «Si cuidas de ti mismo, cuidas de los demás».