Los miedos irracionales de la vacunación

Rosendo Bugarín
Rosendo Bugarín MÉDICO DE FAMILIA DE MONFORTE DE LEMOS

OPINIÓN

José Jácome

23 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En mis casi 35 años de ejercicio profesional, como médico de familia, nunca he visto un escrutinio tan intenso como el que somete la ciudadanía a las vacunas contra el covid. Me llama la atención que generen tanta desconfianza y, sin embargo, se consuman tan alegremente otros fármacos que ni por asomo tienen la eficacia ni el perfil de seguridad de estas sustancias.

En los primeros meses de la campaña comenzó la obsesión por las marcas (no recuerdo, por ejemplo, que ningún paciente me haya preguntado nunca el nombre comercial de la vacuna de la gripe o del neumococo que se le administró). Ya no hablemos del exagerado e infundado miedo de muchos, a veces incluso roza el pánico, a los futuros efectos adversos y es llamativo el estado de hiperalerta de los días siguientes a la inoculación, estando especialmente vigilantes a la aparición de posibles síntomas o de cualquier cambio corporal.

Recientemente, ha surgido en algunas personas la preocupación acerca de la eficacia de su inmunización, ya que se han dado cuenta de que les han administrado la segunda dosis de «la de Pfizer» antes de los 21 días. Al respecto hay que decir que las variables de todos los ensayos clínicos con medicamentos se estudian con un margen de confianza. En el caso de la vacuna que nos ocupa, los participantes del estudio recibieron la segunda dosis entre los días 19 y 42 posteriores a la primera. A la mayoría (93,1 %) se les administró entre el día 19 y el 23. Por ello, la guía técnica recomienda dicha segunda dosis a las 3 semanas, siendo el intervalo mínimo de 19 días. No hay, por tanto, ningún motivo de preocupación por haberla recibido 1 o 2 días antes de las 3 semanas.

También hay usuarios que solicitan que se les realice un test de anticuerpos para comprobar si la vacunación ha sido efectiva. Si por algo se caracteriza el sistema inmunitario (etimológicamente significa «defenderse por dentro») es por su complejidad. Además de una inmunidad innata o inespecífica, existe la inmunidad adquirida o específica que es aquella que se produce tras un primer contacto con el agente extraño (o tras la vacuna), conserva memoria, se mantiene preparada para futuros contactos y es de dos tipos: humoral (sustancias llamadas anticuerpos) y celular (linfocitos).

Los anticuerpos solo son, por tanto, una parte de la respuesta inmune. Se puede tener una respuesta muy robusta contra un virus siendo los anticuerpos indetectables o con títulos muy bajos y también es posible la situación contraria, es decir, infectarse aun teniendo unos niveles de anticuerpos adecuados. Las autoridades sanitarias, así como las agencias reguladoras de medicamentos y productos sanitarios y las sociedades científicas desaconsejan el uso de pruebas de detección de anticuerpos con esta finalidad.

Acudir a las consultas médicas por este motivo es innecesario, absurdo y contraproducente. No perdamos nuestro tiempo ni tampoco el de los profesionales sanitarios.