Los milagros existen

Manuel Blanco Desar
Manuel Blanco Desar ECONOMISTA E POLITÓLOGO, AUTOR DE «FRATERNIDAD EUROPEA»

OPINIÓN

Georgi Licovski

04 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Doce años no son nada, pero en doce años se puede regenerar o hundir un país. El cine, ese gran notario de nuestras vidas, nos ayuda a comprenderlo. Entre Ladri di biciclette (1948), de Vittorio de Sica, y La dolce vita (1960), de Fellini, transcurre ese breve lapso. Sin embargo, parece que estamos viendo dos países distintos. Uno desesperado y famélico, que gira alrededor del mercadillo romano de Porta Portese. Otro ilusionado y boyante, que pivota sobre Via Veneto. La distancia es sideral entre el macilento Antonio con su pequeño Bruno en busca de la bicicleta que sustenta a la familia, hasta llegar a la ebúrnea Sylvia _Anita Ekberg_ con el galán Paparazzo Mastroianni en la Fontana di Trevi.

Incluso en menos de doce años hay hombres que marcan la diferencia e inclinan el fiel de la balanza. Uno de ellos fue Alcide De Gasperi. Nacido austríaco, luego patriota italiano por el azar de la Primera Guerra Mundial, encarcelado y represaliado por Mussolini, asilado como bibliotecario en el Vaticano, en solo ocho años logró encauzar a Italia, la del G-7, y alumbrar el milagro europeo. Sufrió un infarto el mismo día en que los estalinistas y ultranacionalistas galos abortaron el origen del Ejército federal europeo. Décadas después, su Democrazia Cristiana se convertiría en una cueva de ladrones y logreros, como otros grandes partidos que terminan precisando de esos putrefactos especímenes para crecer cuando los idealistas escasean.

Por tanto, sí hay milagros cuando un único hombre facilita la emancipación contra el determinismo histórico, el materialismo dialéctico y el estructuralismo. ¿Dónde se criarán esos hombres y cómo se gestarán? ¿Dónde surgirá otro De Gasperi u otro Altiero Spinelli, encarcelado por el fascismo en Ventotene? ¿Dónde una Ursula Hirschmann, capaz de ser fecunda madre de Europa? Hirschmann, judía y socialdemócrata alemana, tuvo que huir del primer nazismo. Se casó en el exilio con Eugenio Colorni, uno de los represaliados de Ventotene, con quien tuvo tres hijas. Éste fue asesinado por matones fascistas. Tras enviudar, contrajo matrimonio con Spinelli y alumbró otras tres hijas. Bendita sea.

Así que los milagros existen. De estas semillas nació nuestra actual Unión. Solo resta hacer justicia con gratitud. ¿Por qué el Parlamento Europeo tiene un edificio Spinelli en Bruselas y no un edificio Hirschmann-Spinelli o Hirschmann-Colorni & Spinelli? Una reparación histórica a esta mujer y madre de Europa ya llega tarde.