Andrés Iniesta hizo ganar a España un Mundial de fútbol. Es una figura de prestigio, reverenciada por su calidad en el campo y por su comportamiento fuera. Parece que nunca hubiera roto un plato. Por eso sorprendió en las redes un tuit recriminatorio que dedicó al centrocampista de Fuentealbilla la Comisión Nacional del Mercado de Valores.
El regulador español cuestionaba al centrocampista por una publicación previa en la que decía que «estaba aprendiendo cómo empezar con las criptomonedas» y luego mencionaba a una de las principales plataformas de intercambio de bitcoins y otras divisas digitales. Era publicidad, supongo que bien pagada, dirigida a los 25 millones de seguidores en Twitter del centrocampista, que no suelen buscar en su cuenta consejos financieros.
La CNMV reprochó a Iniesta que recomendara «productos no regulados que tienen algunos riesgos relevantes». La advertencia tiene todo el sentido. Hay una fiebre mundial por las volátiles criptomonedas, que cuentan con sus propias reglas. Mucha gente está ganando dinero. Pero muchos otros lo están perdiendo. Nadie debería meterse en ese inmenso mercado descentralizado, que vive un bum, sin informarse bien antes. Y menos aún porque se lo sugiera de forma frívola un futbolista, un cantante o un influencer. Algún día habrá que regular la selva de la publicidad encubierta en redes sociales. Y vigilar quién vende qué y a quiénes.