Eufemismos y reformismos

Pedro Armas
Pedro Armas A MEDIA VOZ

OPINIÓN

A.Ortega.POOL

25 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La reforma laboral, a partir del imprescindible pacto entre patronal y sindicatos, no deja de ser un pimpampum para los partidos, que, antes de la presentación del decreto ley en el Congreso, se ufanan tanto en exponer como en esconder conversaciones propias de la geometría variable. Cualquier eufemismo sirve a la hora de disimular: negociar con partidos de ideologías dispares (Ciudadanos y ERC, por ejemplo) para alcanzar el mismo objetivo; justificar contradicciones de hemeroteca, pues los titulares no forman parte de un código hermético sino que dependen de las circunstancias; aceptar, en aras de un bien superior, propuestas discutibles, cual mal menor; admitir desacuerdos restándoles importancia y llamándolos dudas razonables; desacreditar un pacto, llamándolo arreglo; calificar los éxitos de los demás como errores ajenos... Los iconoclastas dicen que la reforma es en sí misma un eufemismo; una reforma de todo para que nada cambie o una reforma de nada para que todo siga igual. Es difícil que sea a la vez la reforma de Rajoy, de Sánchez y de Yolanda Díaz.

Siempre que hubo una reforma en este país el vocablo fue un eufemismo. La reforma política de la Transición suponía de hecho una democratización, término que despertaba recelos, cuando aún había ruido de sables y partidos en la clandestinidad. Aunque se decía que el debate estaba entre reformistas y rupturistas, estaba entre continuistas y revolucionarios, por lo que reforma fue un eufemismo convencional para avanzar. Adolfo Suárez y Torcuato Fernández-Miranda tuvieron que negociar el borrador de la ley en la sombra, también con militares desconfiados y comunistas desencantados, hasta que la aprobación de la Constitución del 78 y la evolución de la vida política dejaron pronto en el archivo de la memoria una ley que derogaba las leyes fundamentales del franquismo. Luego nos acostumbramos a los eufemismos: cese de actividad por quiebra de empresa, desviación de fondos por evasión fiscal, ajuste de plantilla por pérdida de empleos, inviabilidad laboral por despido masivo, flexibilidad por precariedad, conflicto por huelga, ERE por suspensión de contratos... Habrá pragmatismo en el Congreso, aunque haya que encontrar un eufemismo para derogación.