¿Brecha digital?

Luis Garvía DIRECTOR DEL MÁSTER EN RIESGOS FINANCIEROS DE ICADE BUSINESS SCHOOL

OPINIÓN

CAPOTILLO

08 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Con la llegada de internet todo cambió. Al principio del milenio el cambio parecía solo un espejismo, que estalló junto con la burbuja de las .com. El espejismo fue cogiendo forma y se llevó por delante todo el sistema financiero en septiembre del 2008 con la quiebra de Lehman Brothers. Desde entonces los bancos no han tenido ocasión de levantar cabeza, y una nueva generación de clientes se abre paso. En el lado de la oferta, los bancos tradicionales vivían en un monopolio de hecho. En el antiguo mundo industrial daban prácticamente en exclusiva servicios financieros a la población. Cientos de miles de trabajadores operaban desde miles de sucursales bancarias. Los ingresos procedían de dos fuentes: el margen de intermediación entre préstamos y depósitos y las comisiones por el gran número de servicios que prestaban. Con internet no hubo más remedio que bajar los tipos, y en paralelo aparecieron cientos de empresas que ofrecían productos financieros equivalentes más competitivos y a la distancia solo de un par de clics. Por si esto fuera poco, aparecen los neobancos: bancos 100 % virtuales, sin oficinas físicas y con procesos automatizados. Mientras que un banco tradicional emplea a decenas de miles de trabajadores, después de haber sufrido ya varios ERE, los neobancos de mayor tamaño apenas llegan a los mil empleados. ¿Brecha digital? No, en este caso estamos ante el abismo para todo aquel que pretenda seguir funcionando en un mundo que ya no existe.

En el lado de la demanda han pasado ya más de 10 años desde que el sistema financiero se rompió. Nuestros jóvenes se han criado en un mundo en profunda crisis. Los medios de comunicación y sus mayores advertían de la burbuja del bitcóin, mientras que muchos intrépidos daban sus primeros pasos en el mundo cripto descubriendo un nuevo sistema financiero. ¿Hay una brecha digital? No, salvo que queramos seguir negando la realidad: los jóvenes tienen razón. El mundo ha cambiado, y es más suyo que nuestro. Solo tenemos que escucharlos, aprender de ellos y salir de nuestra terquedad.

El sistema financiero se rompió. Desde el 2008 no es capaz de canalizar correctamente los ahorros hacia las necesidades de inversión. En lugar de haberse realizado las reformas oportunas, se procedió a proteger las cañerías obsoletas con regulación y rescates más o menos explícitos. Con ello se alentó la aparición de un sistema financiero en la sombra, basado 100 % en Internet, desde donde se financiaban básicamente proyectos tecnológicos. Mientras los incumbentes negaban la realidad, los insurgentes la disfrutaban, aprendiendo al mismo tiempo que veían crecer su patrimonio.

Ante esta situación, ¿tiene sentido seguir hablando de brecha digital? Las criptomonedas son una realidad, con mucho riesgo. Si seguimos insistiendo en que existe una brecha, cada vez tendrán mayor valor, más riesgo y la distancia entre los insurgentes y los incumbentes será mayor. Las criptomonedas no son más que tokens, y un token es un derecho digital que solo existe en internet. Hay desde tokens que tienen mucho sentido económico hasta otros que pueden considerarse directamente estafas. Si algo tiene sentido económico en Internet, su valor probablemente crezca exponencialmente.

Hemos perdido un tiempo muy valioso negando la realidad. China ya ha reaccionado con el desarrollo del yuan digital, no podemos seguir con la brecha digital abierta. La identidad y el euro digitales son las dos grandes palancas del cambio. No puede seguir coexistiendo de manera artificial el mundo industrial con el digital. Hay que soltar el lastre de unos bancos y una Administración pública obsoleta, que asfixian al sistema productivo con impuestos, burocracia y una deuda pública creciente. Es necesario repensar todo. Hay que centrar el debate digital en el ciudadano, con un enfoque humanista, para desde allí pensar en cómo combatir la desigualdad social, alejándonos de brechas que dividan a la población.