El año 2018 Valdimir Putin fue elegido por cuarta vez presidente de la Federación Rusa, con el 76,67 % de los votos. La directora del canal de TV estatal ruso, Margarita Simonian, explicó tal éxito con una afirmación contundente: «Antes era nuestro presidente, ahora será nuestro caudillo». Y es muy difícil negar que se esté cumpliendo su vaticinio. Porque hoy Putin controla todos los poderes en Rusia
García Margallo, exministro español de Asuntos Exteriores y ahora diputado en el Parlamento Europeo, mantuvo en declaraciones a TVE que «Putin tiene todas las características de un psicópata que no distingue el bien del mal», pero que tiene el objetivo de revertir lo que considera la mayor catástrofe del siglo XX: el desmembramiento de la URSS. Y en ello está: buscando un pasado, como hizo Adolf Hitler cuando quiso recuperar los territorios perdidos por Alemania durante la I Guerra Mundial.
Ahora Vladimir Putin cree que es su turno en el obstinado intento de rescatar y acrecentar la grandeza de la Rusia que él tiene en su cabeza, esto es, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas establecida en 1922 con la firma de un acuerdo que incluía a Ucrania y que duró 68 años, es decir, hasta 1991.
Porque Putin sueña con restaurar el imperio ruso por las buenas o por las malas. Y es que, rodeado de dirigentes serviles y complacientes, pero eficaces, no acaba de distinguir lo que ya pertenece al pasado y el verdadero rostro del mundo en el que estamos hoy.
La cautela del Gobierno de China arroja una luz que, más pronto o más tarde, iluminará a Putin. Porque entrar a sangre y fuego en Ucrania, bajo el pretexto de que fue parte de la URSS, no tiene sentido en esta hora del mundo.
Habrá sangre, sudor y lágrimas, y quizá la apropiación total de la nación atacada, pero en ningún caso habrá una victoria rusa.