Abascal, pendiente de si Le Pen pesca votos de centro

Erika Jaráiz Gulías PROFESORA DEL DEPARTAMENTO DE CIENCIA POLÍTICA Y DE LA ADMINISTRACIÓN, UNIVERSIDAD DE SANTIAGO

OPINIÓN

24 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El debate entre Marine Le Pen y Emmanuel Macron ha resultado intrascendente para el resultado de las elecciones de hoy. Ninguno de los dos ha sido capaz de deshacerse de sus fantasmas, de mostrar una faz diferente a la previamente caracterizada por los electores, ninguno de ellos ha resuelto las contradicciones a las que han llegado en esta carrera electoral que el sistema francés ha reconducido a estos dos finalistas.

Y mientras los expertos se muestran favorables a la victoria de uno u otro según las propias inclinaciones de su expertise, lo cierto es que los franceses han vuelto a ver al Macron arrogante y sobreactuado que despierta las antipatías de tantos ciudadanos, que centra la política europea en el eje franco alemán y al que le cuesta conectar con el sentimiento patriótico francés; mientras Le Pen, que ha cambiado la crispación por la sonrisa permanente, sigue mostrándose incapaz de resolver la contradicción entre su extremismo y su estrategia centrípeta.

Ahí es donde reside la mayor novedad de esta campaña, y seguramente donde se están mirando todas las extremas derechas de Europa. Le Pen ha ido a estas elecciones sin renunciar a sus principios, pero cambiando el formato y la performance, mirando al centro; y a lo largo del debate del pasado miércoles mostró ganas de abandonar sus posiciones y se refugió en esa eterna sonrisa de circunstancias cada vez que se encontraba sin salida.

Le Pen sabe que nunca será presidenta de Francia mientras no llegue a ciudadanos centrados; como lo sabe Abascal. Pero, mientras este puede jugar simplemente a entrar en el Gobierno, como en Castilla y León, el sistema electoral francés obliga a Le Pen a jugárselo a todo o nada. Y en ese juego, Le Pen ha hecho un esfuerzo por romper el cordón sanitario al que la han sometido el resto de los partidos franceses. El problema de Le Pen, como será el de Abascal, es que tanto tiempo atada al extremo hace increíbles sus esfuerzos de moderación, y llega el punto en que no le sale renunciar a sí misma, y entonces sonríe.

La extrema derecha se ha fortalecido en Europa. Si Abascal quisiera ser presidente de España, seguramente tendría que estar analizando los anclajes de Le Pen que le están impidiendo ahora competir por el votante centrado. Y empezar a prescindir de ciertos elementos que allanarían la normalización de Vox y le facilitarían mucho el camino a Feijoo; pero seguramente eso también le impediría distinguirse del PP y crecer al ritmo que lo ha hecho.

Según todas las encuestas, ganará Macron, pero eso no es importante; lo importante es cuánto consigue penetrar Le Pen en los votantes centrados; hasta dónde ha sido creíble su viaje y si este es un camino viable para el resto de la extrema derecha de Europa, incluida la española. Y mientras, Abascal y Feijoo, miran a Francia.