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En el cuento de Pinocho, a este le solía acompañar un personaje llamado Pepito Grillo, que hacía la función de ser su conciencia. Lo que inicialmente se consideraba un elemento amable y positivo, con el tiempo se ha transformado y se aplica a alguien que sacude las conciencias pero de manera molesta y pesada. Por eso, reconozco que he dudado mucho a la hora de escribir esta reflexión sobre la situación actual de la pandemia.
El covid solo se podía frenar y erradicar definitivamente en otra época. Cuando nuestro país tenía dirigentes sensatos, responsables y lo que es aún más importante, valientes. Probablemente, con un modelo de sociedad de las mismas características. Da igual si mirábamos a derecha, izquierda, centro o periferia: descubríamos políticos de altas miras, que perseguían especialmente el bien común sin importarles demasiado las consecuencias que tuviera, especialmente en el aspecto electoral.
Ahora ya no es así. Toman decisiones mirando de reojo a los votantes, no arriesgan, acobardados por las consecuencias de sus acciones. Con estas gentes en las cúpulas del poder teníamos muy difícil enfrentarnos a un virus extremadamente listo, que necesitaba contrincantes con más enjundia.
A pesar de las advertencias de los expertos, en un momento dado nuestros dirigentes decidieron que ya no se podía solucionar el problema a coste cero, que las medidas que tomaran chocarían sí o sí con una sociedad harta de controles, con ganas de mucha juerga después de dos años, con un nivel de responsabilidad y solidaridad con los más vulnerables bajo, próximo a cero.
Así nos encontramos ahora, a comienzos del mes de julio, en plena séptima ola, que supone incremento de contagios, pero con incidencia en ingresos, ucis y fallecimientos menores que en otras olas, centrada casi exclusivamente en los mayores de 65 años y personas vulnerables. Mal panorama sabiendo lo que ese grupo poblacional importa al resto: nada.
Es evidente que vivimos en una sociedad en la que el hecho de que se contagien mayores y vulnerables no importa. ¿Si se pudiera medir científicamente el número de personas que van a sufrir, incluso morir por ello, no se deberían tomar medidas judiciales severas?
Tengo 73 años, con algún problema de salud como todos los de mi edad, me cuido y protejo todo lo posible, y sobre todo amo la vida tanto o más que quienes van a salir como si no hubiera un mañana estas vacaciones, sin importarles las consecuencias para sus mayores. Me fastidia que, por la insolidaridad de unos y la incompetencia y cobardía de otros, se me pueda acortar mi bienestar o mi vida.
Lo escribo en medio de unas fiestas que amo, los Sanfermines, que he disfrutado a tope en innumerables ocasiones, pero consciente de que este año no tocaban y que al menos a mí me las han amargado. Me declaro por ello en huelga sanferminera. Hablo de Navarra, pero lo mismo se puede aplicar al resto. Madrid, País Vasco, Andalucía, incluso España en su conjunto.
Señores dirigentes, todos, les recomiendo que cada día al despertar piensen en los ciudadanos que van a quedar por el camino por su irresponsabilidad y cobardía. Y a mis conciudadanos les pido lo mismo, consciente de que en ambos casos clamo en el desierto.
Veremos...