Esperando a los bárbaros

Eduardo Riestra
eduardo riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

16 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hablaba Blas de Otero del ángel fieramente humano. El oximorón define bien lo que uno ve a su alrededor. Ese hombre que será racional, no lo dudo, pero que es un animal. Que es capaz de la más sofisticada tecnología y, al mismo tiempo, es despanzurrado en las fiestas del pueblo por una vaquilla. El que calcula con frialdad la esperanza de vida de una nación y sus consecuencias económicas, y el que vuelca contenedores entre sonoras carcajadas. El escritor de grandes novelas —que está en peligro de extinción— y el ágrafo que grita en el bar los goles de la tele, mientras escupe los huesos remordidos de las aceitunas y se rasca la entrepierna. 

No escribiré, como Javier Marías, sobre la inseguridad ciudadana y cosas así, pero cuando en mi calle cruzo entre las manadas de los adolescentes en celo y veo los ritos de los machos y el cortejo de las hembras, me acuerdo de aquel lejano viaje a las sábanas y los lagos de Tanzania.

El hombre de hoy tiene oportunidad de acudir, en el teatro Real, a una ópera de Wagner, y poco después a la tomatina de Buñol. Puede ver una película de Truffaut y un tiktok de las Kardashian. Por eso no es bueno que se aleje mucho de la tierra que pisa, y por eso, a pesar de todas estas noticias del Armagedon o, en su versión más modesta, las siete plagas de Egipto, siente que está vivo y no está solo. Que está rodeado de vida. Y por eso, mientras esto no se acaba, por mucho que la televisión nos amenace, el hombre, de vez en cuando, salta a la pata coja.