Muertos

Luis Ferrer i Balsebre
luis ferrer i balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

Miguel souto

06 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En este último siglo, las festividades de tradición cristiana se han ido transformando en una recua de carnavales para entretenimiento de niños y adultos infantilizados que no cansan de embriagarse con fiestas sin otro sentido que la juerga verbenera, muy en la línea de una sociedad que ha perdido sus ritos y que ha hecho del consumo y el entretenimiento su principal razón de ser. 

Si las Navidades hace años que perdieron el significado, convirtiéndose en una bacanal de gastos camuflados con lucecitas y sin otra simbología que la de los regalos inducidos por la publicidad; la Semana Santa, fuera de los lugares de culto turístico, son mayoritariamente unos días de escapadas exóticas sin olor a cera ni llagas sangrantes, donde el recogimiento para el que se instauraron ha sido sustituido por un divertimento sin razón simbólica alguna.

Vale que en una sociedad laica no tiene mucho sentido conmemorar el nacimiento, la pasión y la muerte de un dios, y que bien se puede sustituir por la celebración del solsticio de invierno o por una procesión de imágenes preciosas carentes de filiación e historia, al fin y al cabo, cuando no hay narrativa sagrada que sustente la ceremonia, esta se convierte en juerga pagana.

Pero lo más lamentable de toda esta pérdida de ritos, sentido y civilización es la instauración de la fiesta importada de Halloween.

Sin entrar en la polémica redundante de si es una fiesta importada o si el origen está en el Samaín celta que todos los años salta a la palestra, lo dramático del Halloween es que ha venido a borrar el rito que mantiene vivos a los muertos. El recuerdo a los muertos de verdad.

El día de difuntos se estableció para revivirlos un día al año a través del recuerdo, llevándoles flores, limpiando y visitando sus tumbas, encendiendo velas en su memoria y comiendo castañas, buñuelos o panellets rezándoles un rosario.

No consta que vaya mucha gente disfrazada de Halloween a visitar a los muertos del cementerio cuando se recogen del reventón nocturno.

Los muertos se están extinguiendo. Los muertos cada día están más lejos, más ocultos, menos presentes, se exponen en asépticos tanatorios sin pastas ni licor café, la mayoría se incineran y son arrojados al mar o a los sitios más exóticos.

Hemos debilitado el respeto y difuminado el recuerdo a los muertos de verdad, sustituyéndolos por payasos del túnel de la bruja y película de terror de serie B. Los muertos no son así, no dan miedo, dan otra cosa.

Todo empezó cuando don Juan Tenorio se cayó de la parrilla televisiva dejando huérfanas a las generaciones venideras «del segundo de contrición que les dé la salvación» y aprender el respeto que merecen los muertos.