Defender la democracia con uñas y dientes

claudia luna palencia PERIODISTA ESPECIALIZADA EN ECONOMÍA, DIRECTORA DE «CONEXIÓN HISPANOAMÉRICA»

OPINIÓN

Isaac Esquivel | EFE

28 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En el siglo XVIII, Montesquieu argumentó que, si el pueblo entero es en la república dueño del poder soberano, estamos en una democracia; si el poder soberano, afirmó el jurista y filósofo francés, está en manos de una parte del pueblo se trata de una aristocracia. 

Tres siglos después, la democracia vive enferma, tiene signos y manifestaciones de debilidad preocupantes, el cáncer que la consume desdibuja a una sociedad que cada vez se siente menos representada, las generaciones de votantes nuevos están desencantadas y el votante tradicional o se ha quedado en casa, o se ha radicalizado, creyendo que con un fuerte voto de castigo obtendrá todo aquello que a lo largo de los años ha ido perdiendo: fundamentalmente, ingresos y calidad de vida.

Lo que en el siglo XXI debería recordarse, casi como un tatuaje indeleble en la piel, es que la democracia y vivir en libertad son dos grandes conquistas políticas y sociales que en muchos países han sido ganadas con sangre y sufrimiento.

Hoy, cuando el deterioro de nuestra vida política es evidente, y con cierto desdén cada vez nos negamos más a no ir a votar, cedemos entonces espacio para que una minoría decida cómo seremos gobernados, porque una mayoría indecisa, harta y desencantada, está metida debajo del paraguas del ostracismo. Lo que no puede esconderse es que atravesamos una severa crisis, un cisma diría yo, en los sistemas políticos liberales, en momentos aciagos cuando los modelos autoritarios emergen con más fuerza a raíz de la pandemia.

En México, hace unas semanas, cientos de miles de personas, en diversas partes del país, salieron a las calles a defender la autonomía de sus órganos electorales y la preeminencia de los mismos.

El mandatario populista Andrés Manuel López Obrador quiere no solo cortar el presupuesto al Instituto Nacional Electoral (INE) para usar esos recursos en el 2023 (un año preelectoral para las presidenciales) para subsidios a la gente que a él le interesa conservar su voto; sino que también pretende echar abajo dicho organismo para reformarlo y volverlo popular; es decir, que a los consejeros electorales los elija el pueblo con una votación que el mandatario prácticamente manejaría a su antojo.

Solo los tiranos en el ejercicio del poder se preocupan de minar la democracia y lo hacen alterando la Constitución, como, por ejemplo, Xi Jinping en China o Vladimir Putin en Rusia; pero también atacan los órganos electorales, tal y como lo hizo Hugo Chávez en Venezuela, primero, y luego, Nicolás Maduro.

A López Obrador se le acaba el tiempo para realizar las maniobras políticas que desea llevar a cabo, nadie sabe bien cuál será su estrategia, si lo que él pretende es quedarse otros seis años más en el poder o facilitarle a su partido su estancia en la Presidencia.

A la democracia hay que defenderla, luchar por su prevalencia, por revitalizarla y sumar a más y más personas para que no flaquee, ni se convierta en un instrumento al arbitrio de un tirano ambicioso y voraz.