La ropa sucia

Erika Jaráiz Gulías
Erika Jaráiz Gulías EL COLOR DEL CRISTAL

OPINIÓN

María Pedreda

04 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El día 28 de diciembre del 2004 se aprobó en España la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Fue una de las leyes estrella de Zapatero, una de las que inició el giro hacia la política de los derechos, con la que intentó reorientar la socialdemocracia del siglo XXI para sacarla de la crisis en la que estaba. No fue un mal intento, pero se encontró de frente con la mayor crisis financiera de la historia, y no quiso verla, precisamente porque aquella crisis le llevaba a un camino que no era el suyo, al de la socialdemocracia clásica, en una Europa donde solo cabía someterse a Merkel o enfrentarse a ella a la griega, y ninguna era una buena salida.

Zapatero cayó, y fue despreciado por propios y extraños; ni el fin de ETA, el más esperado momento de la España posfranquista, logró cambiar su recuerdo, pero sus planteamientos, de la mano del republicanismo de Philip Pettit y de los nuevos derechos, abrieron una etapa diferente para España, con leyes que cambiaron nuestra manera de ver las cosas.

La violencia contra la mujer estuvo dominada en el siglo XX por la idea de que «la ropa sucia se lava en casa», y contra este muro tropezaron miles de mujeres cuando recurrían a sus familias o a autoridades policiales.

La ley contra la violencia de género arrancó de la esfera privada el sufrimiento de las mujeres y creó los canales para un nuevo modelo de intervención del Estado. De las ochenta y tantas mujeres asesinadas de media antes de la ley a las cuarenta y tantas de los últimos años; de las menos de 20.000 denuncias antes de la ley a las casi 170.000 actuales; de la ausencia de protección a las 73.000 mujeres y niños protegidos hoy por el sistema VioGén, hemos avanzado mucho.

El sistema VioGén, del que tanto se habla en los últimos días, creado en el 2007 como fruto de la ley del 2004, realiza la primera valoración policial de riesgo ante una denuncia, y ha hecho en estos 15 años más de 5.5 millones de valoraciones, clasificándolos en cinco grados de riesgo. Como todos los sistemas es mejorable; como todos, alguna vez fracasa, pero ha sido y es el más eficaz sistema policial contra la violencia de género.

Hemos avanzado mucho, pero no es suficiente, no podemos permitir una muerte más, ni morir una vez más, ni sobrevivir otro terrible diciembre, para ver en cada asesinato un motivo más para la confrontación política o la audiencia mediática. Y seguramente lo que escribo es tan vacío como lo que siento, solo palabras dichas mil veces, y nunca compartidas; porque no puede haber términos medios, no puede ir de semánticas; da igual ser de Vox, de Bildu, o de Unidas Podemos, la muerte de cada mujer nos incumbe a todos, nos mata a todas y a todos.

Hace tiempo que no soporto algunos politiqueos partidistas sobre este tema, ni el negocio mediático, ni el famoseo de las expertas, pero sé que cada una de estas cosas que a mí me irritan, también han hecho que avancemos colectivamente. Casi nada es blanco o negro en el mundo de la política. La violencia de género no es ropa sucia, no se lava, solo se combate entre todos y todas.