Gracias, señor Dragó

Lidia Soto Pineda AL DÍA

OPINIÓN

Europa Press Reportajes | EUROPAPRESS

12 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando era más joven fui una niña un tanto repipi a la que un año llevaron a veranear a un hospital militar en el medio del país. Yo, naturalmente, me sentí la reencarnación de Clawdia Chauchat y me dediqué a forjar un régimen abierto en el que disfrutar de la movida madrileña y los libreros de la Cuesta de Moyano. Ese verano, alguien me regaló Eldorado, que es una novela que también dura un verano; un verano de mar, amor e iniciación. Un libro divertido, delicado y libertino que naturalmente solo se atrevió a publicar Lara y que no he olvidado porque nunca se olvidan las historias de amor.

Llevado por ese entusiasmo, mi padre, que jamás había conseguido que posase los ojos sobre su regia edición de los Episodios Nacionales, me regaló Gárgoris y Habidis, en mi caso también una edición cuidada de Galaxia Gutenberg pero que había sacado a la luz unos años antes los poetas de Hiperión. Lloré, me enfadé, me reí, amé, leí y sigo releyendo esa miscelánea delirante de amor, historia, viaje y telurismo puro.

Pocos años más tarde, cuando la vida me dio un golpe un tanto prematuro, de nuevo alguien me regaló El camino del corazón. Una preciosidad de viaje espiritual que hicimos mi duelo y yo a Oriente, otra vez de la mano de Dragó.

Horas sin dormir viendo Negro sobre Blanco a pesar de madrugar al día siguiente (lunes) y emitirse el programa en hora de los letraheridos, preciosa palabra suya, porque algún experto en share dedujo hace ya tiempo que somos todos discípulos de Nosferatu.

Horas más sensatas de domingo con los niños a comer (y sin comer) viendo y deleitándome con Libros con wasabi, con las brillantes Ayanta, Anna y la tristemente desaparecida también Elia Rodríguez. No se dice estupendo, magnífico, no se dicen cajones de sastre. Campanillazo.

Por no hablar del descacharrante mineralismovaallegar con otro visionario, Arrabal, del que solo le preocupaba que no rompiese la mesita de metacrilato ochentero de Televisión Española.

No soy de derechas. No soy de izquierdas, aunque sí es cierto que la cultura suele estar más a babor. No en este caso. Juzgar a Dragó por virar a la derecha es como juzgar a Borges porque se posicionó contra todos los totalitarismos, o a Luis Alberto de Cuenca por cuidarle la biblioteca a Aznar. Lo que se está haciendo en estos días con los supuestos obituarios de Dragó por parte de los políticorrectos del pensamiento único, aparte de ser una grosería, es lo mismo que decía magistralmente Miguel-Anxo Murado que hacíamos con Picasso en la contraportada de La Voz del domingo. Chafardear, por ignorantes y por puritanos, en vez de disfrutar de su obra.

Va por usted, don Fernando. Que la tierra le sea leve.