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Primera conclusión: el PP ha arrasado en las elecciones, conquistando plazas estratégicas. La más emblemática, la Comunidad Valenciana, donde desaloja al Gobierno del Botànic, la joya de la corona y experimento de la alianza de izquierdas. Pero no menos relevante es que ha barrido en Andalucía, donde arrebata a los socialistas otro de sus feudos, Sevilla. Se confirma el vuelco de las autonómicas y se consolida el poder de Moreno Bonilla. Además, ha demostrado su gran fuerza en Madrid. Feijoo se afianza definitivamente y se postula como favorito para ganar las generales. Segundo punto: relacionado con lo dicho anteriormente, el gallego ha tenido éxito al plantear las elecciones como un plebiscito a Pedro Sánchez y ha sabido imponer los marcos del debate: ETA-Bildu, derogar el sanchismo y compra de votos. Esa estrategia ha puesto a la defensiva al PSOE y lo ha desgastado. Tercer elemento: Vox pasa a ser un partido decisivo en numerosos lugares y va a tratar de entrar en todos los gobiernos que pueda, como hizo en Castilla y León. El presidente del PP se va a tener que mojar y explicar en qué condiciones está dispuesto a pactar con la ultraderecha. Especialmente en la Comunidad Valenciana, cuyo candidato fue condenado por violencia de género. Otra cosa es que los acuerdos con Vox estén ya normalizados por buena parte del electorado de derechas, e incluso de centro-derecha. Cuarta conclusión: Derrota estrepitosa de Sánchez, que no se puede poner ninguna medalla. ¿Significa esto el principio de su fin? Todo indica que sí, ¿A qué se puede agarrar? A que la diferencia de votos totales a favor del PP no es excesiva y a encomendarse a Yolanda Díaz.