Otra vez rendidos a la Alhambra
OPINIÓN
La intensa y extensa campaña poselectoral que conduce últimamente en España a la formación de gobiernos ha dejado fuera de juego durante dos meses a la presidencia española de turno de la Comisión Europea. Tanto es así que, a la búsqueda del titular diario, incluso hay quienes vieron a algunos ministros reunirse con Puigdemont y quienes ya saben que al final del acuerdo los catalanes votarán; no se sabe qué, pero votarán.
Pero si con algo no podía esta política mediocre en la que vivimos los españoles, es con la Alhambra; es imposible pasar por Granada sin rendirse a la Alhambra, sin sentirse una privilegiada por poder ser por unos segundos parte de ella. Y eso es, sin duda, lo que sintieron los líderes de esta Europa, que ha renacido ante los retos del covid y de la guerra de Ucrania, y que tiene entre sus principales problemas la aplicación de una política común sobre los descendientes de quienes construyeron ese monumento de interculturalidad.
Es un éxito haber llegado a una política común europea sobre la inmigración, que necesitará de ajustes en su aplicación, a pesar de las reticencias de Polonia o Hungría; es una pena que la señora Meloni y el señor Sunak, con ese desprecio de la institucionalidad que tienen los extremismos, y ese oportunismo populista que trata de sacar partido a todo, no hayan comprendido dónde estaban y para qué estaban en Granada; es importante que en tiempos tan difíciles para los acuerdos se haya explicitado una vocación de reconstruir Europa desde la unidad, y no desde la competición, aunque también es cierto que sabe a poco; y es un éxito, más allá de los logros concretos, la transmisión gestual de cordialidad que ha mostrado la cumbre, que sí, eso es marca España. Ha habido mucho espacio para los gestos y para los símbolos, empezando por el propio hecho de que la cultura nazarí, una cultura de encuentro con los que están al otro lado del estrecho, acogiera estas cumbres. Y entre todos esos gestos, en Granada, la idea de comunidad se ha hecho mayoritaria; España ha sido una buena anfitriona de estas ideas de unidad y comunidad, que parecían perdidas en Europa; y para los asistentes, la complicidad entre Pedro Sánchez y Felipe VI mostró, una vez más, su resistencia a la política del día a día y al protocolo. Porque no hay día que se encuentren que Sánchez no mete la pata, protocolariamente hablando; un día llega tarde, otro se sitúa en la posición equivocada, y esta vez se le ocurrió andar delante del monarca, que en otro tiempo le habría costado la cabeza, pero visto que el líder albano acudía a la cita con deportivas blancas, tampoco había para exagerar.
En Barcelona, hoy, ahogaremos los ecos de Granada y volveremos a la confrontación, al lema fácil, al desprecio al resultado electoral; un último intento de parar la formación de Gobierno; y yo añoraré la Alhambra.