Los límites morales del mercado

OPINIÓN

María Pedreda

27 oct 2023 . Actualizado a las 08:50 h.

Junto a los fallos de mercado (la existencia de bienes públicos, externalidades o información asimétrica), sus límites morales plantean problemas relevantes en la toma de decisiones y, por ende, configuran una importante agenda de investigación en la ciencia económica.

Por ejemplo, las situaciones en las que el comportamiento de una persona va contra su propio interés («internalidades») exigirían la intervención del Estado para corregirlas. Pero intervenir para evitar que la persona decida algo que le perjudica es paternalista y coarta su libertad. Y, sin embargo, la experiencia revela que en la conducta humana suele haber procrastinación, es decir, la tendencia a posponer las actuaciones menos agradables y, por lo tanto, a subestimar las necesidades futuras. Es así que el Estado interviene en asuntos como las pensiones o las drogas. En el primer caso, y al objeto de asegurarlas, fijando contribuciones obligatorias en los de sistemas de reparto o incentivando el ahorro en los de capitalización; en el segundo, ilegalizando las drogas porque la persona consumidora minusvalora los efectos a medio y largo plazo, en tanto que la sociedad es más consciente de ello.

Las limitaciones del mercado ligadas a posturas éticas o de repulsa hacia determinadas actividades se sustancian en otros casos como el comercio de órganos, la dignidad de la persona, los vientres de alquiler o las políticas fiscales. Todos plantean problemas muy actuales, si bien me concentraré en el primero de ellos, dejando para una próxima vez la discusión en torno a los restantes.

La donación y trasplante de riñones (y otros órganos) entre vivos se limita a familiares del receptor o personas cercanas y «por necesidades de compatibilidad» con igual grupo sanguíneo. Esto restringe mucho la disponibilidad de riñones, con lo cual la oferta es muy inferior a la demanda. Si se relajasen los requerimientos y se autorizase el comercio (remunerado) de riñones, podría aumentar la oferta y, con ello, salvarse muchas vidas. Pero los detractores de un comercio así arguyen que, al ser una decisión seria e irreversible, solo se aceptaría en contextos de extrema necesidad y, por lo tanto, desembocaría en una explotación de las personas más desfavorecidas.

Frente al dilema entre salvar vidas o explotar a las personas más vulnerables, la ciencia económica ha propuesto soluciones facilitadoras de trasplantes de riñón sin tener que remunerar al donante. Concretamente, poner en contacto a dos pares de personas donante/receptor entre los cuales no es necesario que la compatibilidad sea directa y basta con que sea cruzada. Así, el trasplante se realiza simultáneamente, de modo que el donante de una pareja cede su riñón no a su receptor directo, sino al receptor de la otra pareja, y viceversa.

La lección que cabe extraer de este caso es que considerar los límites morales del mercado en la toma de decisiones y la regulación se torna relevante. Más que para aceptarlos o rechazarlos sin más, para estudiar su adecuación a los objetivos pretendidos y para definir mecanismos de asignación alternativos.