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Se reían de Feijoo cuando en febrero, durante el debate de la ley trans, espetó a Sánchez: «Deje ya de molestar a la gente de bien y de meterse en las vidas de los demás». Ahora ha sido Patxi López quien ha establecido una clasificación moral de lo que está bien y lo que está mal, o, dicho de otro modo, de quiénes están en el lado correcto de la historia y quiénes no. En referencia a las críticas del PP por el conflicto diplomático con Israel provocado por el presidente del Gobierno (auténtico caballo de Atila allá por donde pasa), López afirmó que los populares no pueden impedirle decir «lo que piensa la inmensa mayoría de la ciudadanía decente de este país».
Yo debo ser un indecente, porque no pienso como esa supuesta inmensa mayoría, es decir, como Sánchez. Que seguramente no es tanta, pero en el PSOE siguen creyendo que ganaron las elecciones cuando lo que hicieron fue comprar cuatro años más en la Moncloa para su líder. Israel está en guerra y las guerras no se plantean en términos de proporcionalidad y equilibrio: «Tú invades mi país y matas a 1.500 personas y yo hago lo mismo, ni una víctima más». Israel quiere acabar con Hamás y lo hará a cualquier precio, aunque los terroristas se escondan debajo de los hospitales palestinos. La guerra no es una operación quirúrgica, una bomba no es un bisturí. Y termina con la victoria total. Lo demás es naíf, ingenuidad.