Carrero, ETA, Bildu y el lavado de cerebros

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto EL QUID

OPINIÓN

ADRIAN RUIZ HIERRO | EFE

21 abr 2024 . Actualizado a las 15:47 h.

«Era Carrero ministro naval / y su deseo volar y volar / hasta que un día ETA militar / hizo su sueño por fin realidad / Voló, voló, Carrero voló / y hasta las nubes llegó, ¡eeeup!». Al llegar a esta estrofa de la cancioncilla, los niños vascos de finales de los 70 y principios de los 80 saltábamos en nuestro asiento del autobús y se desataba el jolgorio. Este era el ambiente que se respiraba en aquella Euskadi de los años de plomo del terrorismo, y no en ningún cenáculo oculto de independentistas, sino en las excursiones extraescolares o en los viajes de fin de curso de un colegio concertado religioso, tal era el grado en que la violencia estaba incardinada en el sentir colectivo de la sociedad.

Estos días se recibe con sorpresa y preocupación la posibilidad de que EH Bildu gane las elecciones vascas, y se trazan sesudos análisis sobre las causas de que el brazo político de una organización terrorista tenga tantos apoyos, especialmente entre los jóvenes. Pero cualquiera que haya vivido allí sabe que no es sino la consecuencia de un proceso de muchos años, décadas, en los que se ha ido moldeando la mentalidad de la población desde la infancia: las ikastolas, las herriko tabernas y los gaztetxes (centros sociales okupados y autogestionados), el rock radical vasco con grupos como La Polla Records, Kortatu o Negu Gorriak, los medios de comunicación (Egin, Gara, radios «libres» y fanzines), la kale borroka y después las manifestaciones legales cada fin de semana para asentar ese falso sentimiento de que «somos diferentes» y «España nos somete», las políticas de inmersión lingüística y las nuevas leyes que impiden el ascenso laboral si no se domina el euskera, los mil y un partidos, coaliciones, plataformas y agrupaciones que se han apropiado de banderas como el socialismo/marxismo/comunismo, el antimilitarismo o el ecologismo…

Este lavado de cerebro no se circunscribe al País Vasco, también se ha hecho fuerte en Navarra. Recuerdo cómo se oponían los aberzales a la autovía de Leizarán, la navallada que iba a unir Irurzun (a 15 kilómetros de Pamplona) con Andoáin; ahora la cogen todos los fines de semana para ir de pinchos a Donosti, a surfear en Zarauz o cruzar la frontera a Iparralde, que también consideran su territorio. O las violentas protestas contra el embalse de Itoiz, obra hidráulica fundamental para la economía agrícola del centro y el sur de la comunidad foral, que estaría muerta con la actual sequía. Con la connivencia de partidos como el PSOE, Podemos o Sumar, hoy se reparten las instituciones (tú me das el Parlamento, yo te doy la alcaldía de Pamplona).

Este caldo de cultivo es precisamente en el que creció Pello Otxandiano (1983), el candidato de EH Bildu, formado como ingeniero de telecomunicaciones en la Universidad de Mondragón pero que antes de acabar la carrera ya estaba metido en la política (y así lleva 13 años). Normal que no se atreva a calificar a ETA de organización terrorista, porque ha sido amamantado por los lobos de la banda como Arnaldo Otegi. Normal también que los jóvenes hayan borrado de su memoria los más de 800 asesinatos en nombre de la «liberación del pueblo vasco», sencillamente porque nunca la han tenido, ni nadie se la ha inculcado.

Hay un relevo generacional. Los jóvenes viven en su universo virtual del móvil y las redes sociales, los festivales de música y los viajes low cost. Para los del País Vasco, ETA o la Guerra Civil —que un presidente irresponsable quiere desenterrar casi un siglo después— son como las batallitas de los Tercios de Flandes de Arturo Pérez Reverte. Y esos jóvenes adoctrinados son los que hoy pueden darle a Bildu en las urnas la victoria que hace tiempo que ha conseguido en las calles.