La creciente polarización política

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

Radovan Stoklasa | REUTERS

20 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Caminamos en el filo de la navaja, ajenos al frágil equilibrio que nos sostiene. Sin embargo, el más leve movimiento en falso puede provocar nuestra caída al abismo o que el acero cercene nuestras vidas. Ignoramos que quienes sostienen el mango son, a su vez, vulnerables a la diversas corrientes que circulan alrededor. Llevamos décadas escuchando que la creciente polarización social está propiciando el surgimiento de tendencias, movimientos y partidos políticos de ideología extremista y excluyente, tanto de derechas como de izquierdas. Casi ocho décadas desde el fin del mayor conflicto planetario vivido hasta ahora, los nietos de aquellos que vivieron y sobrevivieron a la más cruel de las guerras y a la devastación posterior nos comportamos como si no pudiera volver a repetirse. Pero la triste realidad es que la paz es el estado más vulnerable a cualquier agresión y el más difícil de restaurar.

Se supone que los sistemas democráticos, en todas y cada una de sus variantes, salvo aquellas que solo son una pantalla de estados totalitarios como China, Rusia o Venezuela, garantizan a los ciudadanos el reflejo de su diversidad en las organizaciones políticas y sociales, la expresión en libertad y seguridad de sus ideas así como el debate en marcos de respeto para alcanzar acuerdos que permitan la gobernanza en igualdad. Se supone…

Pero lo cierto es que los intereses individuales, el afán por conservar el poder y otras cuestiones espurias han fomentado la tergiversación de todos los principios que sustentan las democracias. Las graves desigualdades sociales, el incremento de la pobreza en entornos donde el bienestar y la calidad de vida parecían garantizados, propician que muchos se unan a las voces más extremistas en busca de soluciones radicales y, cuando no obtienen los resultados esperados, la frustración les conduzca a medidas insospechadas. Hace unos días, el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, sufrió un grave atentado contra su vida; una semana antes, varios políticos alemanes fueron agredidos, y, hace dos años, Shinzo Abe, el ex primer ministro japonés, fue asesinado en plena calle. Estas agresiones son solo el síntoma de la enfermedad que late en nuestras sociedades. Curarla no va a ser fácil, porque, mientras abundan los políticos, escasean las personas de Estado.