¿Por qué son tan particulares las elecciones al Parlamento Europeo?
OPINIÓN
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El próximo domingo los ciudadanos de la Unión Europea están llamados a las urnas para elegir a sus representantes en el Parlamento Europeo, que en su novena legislatura contará con 720 eurodiputados, de los cuales los españoles elegiremos 61. Esta institución es presentada como la principal fuente de legitimidad democrática de la Unión Europea, ya que es la única institución cuyos miembros son directamente elegidos por vía electoral. No obstante, gran parte de los ciudadanos observan las elecciones al Parlamento Europeo con marcada suspicacia. Para comprender este fenómeno, cabe abordar las principales ineficiencias de estos comicios desde una perspectiva normativa de los procesos electorales.
Idealmente, las elecciones se conciben como un instrumento de evaluación retrospectiva y prospectiva. Por un lado, los partidos políticos se someten al escrutinio ciudadano para rendir cuentas de su labor durante la legislatura extinta. Al mismo tiempo, los ciudadanos escogen la mejor propuesta para la legislatura que dará inicio. La singularidad de las elecciones europeas respecto a otros comicios es que estos mecanismos operan en estas de forma muy pobre. Un amplio porcentaje de los ciudadanos desconocen cuáles son tanto el ámbito como el modo de actuación de las instituciones europeas, y, por consiguiente, no pueden tomar una decisión electoral basada en el desempeño de los partidos políticos en la Unión Europea.
Esto tiene consecuencias a diversos niveles. En primer lugar, la abstención en estas elecciones suele ser muy alta. En segundo lugar, quienes votan lo hacen en gran medida en clave estatal, por lo que las elecciones se convierten en un plebiscito sobre el estado de la política nacional. De ello se deriva una tercera consecuencia: dado que las elecciones se disputan en términos de política interna y lo que suceda en Bruselas importa poco, los eurodiputados electos carecen de un mandato ciudadano claro. Esta es una de las razones que explica que en el Parlamento Europeo sean mucho más comunes que a nivel nacional los acuerdos entre partidos ideológicamente distantes, ya que estos acercamientos no están sometidos al escrutinio ciudadano constante. Por último, todo esto afecta a la calidad democrática de la Unión Europea, ya que la existencia de rendición de cuentas y de mandatos que, aun no siendo imperativos, orienten la actuación de los representantes electos son dos de los principales fundamentos de una democracia liberal.
Contra esto cabe contraargumentar que ningún proceso electoral se ajusta al ideal normativo expuesto, ya que en todos el debate acaba dominado por cuestiones que poco tienen que ver con la evaluación de la acción pasada de los partidos en liza y su propuesta de actuación a futuro. Pese a que esto es cierto, lo particular del caso europeo es la enorme intensidad con la que este fenómeno se da, ejemplificado en el hecho de que el debate apenas se da a escala europea, sino que las elecciones en su conjunto se parecen más a una suma de comicios nacionales. Por todo ello, hay un gran interrogante que se repite con cada convocatoria: ¿cabe hablar de democracia europea sin un demos europeo?