«No hay nada más delicado en una democracia que presumir objetivos políticos a la Administración de Justicia. O presumir que se pretenda salvar a los españoles de sí mismos, es decir, de las leyes que promueven aquellos a quienes votaron libremente en las urnas». Esto publicaba un diario de Madrid para referirse a la tan de moda «justicia creativa».
Yo no soy un experto en estas cosas, pero como ciudadano normal no necesito que un batallón de jueces organizados se dediquen a defenderme de lo que se aprueba en el Parlamento buscando todo tipo de razones increíbles para que la legislatura se vaya al traste y puedan devolverles el favor a quienes les han aupado.
El caso del procés y Puigdemont, un tipo al que no soporto, es paradigmático. Durante unos cuantos años ningún juez se preocupó de la cuestión hasta que los votos de Junts resultaron decisivos. A partir de ahí, primero fue terrorismo porque a un señor le dio un infarto, luego alta traición: Cataluña es una parte sustancial de Rusia y Carles suele comer los jueves con Vladimir.
Ahora llega la malversación por el dinero que se ahorraron; yo pensaba que era necesario que alguien se lucrara para poder acusarle de ese delito, pero no. Pueden inventar lo que quieran, pero en el caso del señor Puigdemont yo solo veo desórdenes capilares, eso sí, graves.
Hay un juez en Cataluña que se jacta de haber paralizado él solito el procés, «al Gobierno le quedan dos telediarios», otro al que le han comprado una lupa y persigue a la señora del presidente a ver si encuentra la prueba de que le pegó un chicle a otra niña en la escuela y, finalmente, el de siempre, que lleva un tiempito como presidente de los «jueces creativos».
Yo, entiéndame bien, no estoy en contra de nada que sea creativo, pero ya puestos creo que los jueces no deben dedicarse a esto y les explicaré el porqué. Me hubiera gustado, por ejemplo, que los jueces fueran creativos para evitar los desahucios de personas sin recursos, pero muy pocos lo han sido: «Debe ser desalojado porque lo dice la ley en su artículo…»
Me hubiera encantado que fueran creativos para no aplicar reducciones de pena en los delitos sexuales, pero «si la ley tiene un fallo nosotros no podemos hacer nada»; sería feliz si evitaran la venta de viviendas a fondos de inversión con ideas creativas, pero «estamos atados por la ley». La creatividad es para proteger a los de siempre, pero ojo, solo lo podemos hacer nosotros.
Con un morro que llega al cuerno de África, ahora dudan del Tribunal Constitucional porque «no lo pueden afinar» Si quieren ser creativos vayan a «MasterChef Judicial» a cocinar sentencias o creen un partido y preséntense a las elecciones; si no tienen nombre yo se lo sugiero: Con togas y a lo loco.