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No preguntes qué puede hacer tu país por ti; pregunta qué puedes hacer tú por tu país. El viejo Eisenhower, descendiente de alemanes y holandeses de Pensilvania, aplaudía feliz esas palabras del joven presidente, nieto de irlandeses, y casado con Jackie, de ascendencia francesa, irlandesa y británica. Ya está todo dicho. Crearon un país único en el mundo. Ese espíritu es el que hace que los EE.UU. nos dejen cada vez más atrás en casi todos los parámetros económicos, aunque bueno sería que también aprendieran algo de la equidad europea.
Nuestra Unión predica pero no actúa, probablemente porque no es una auténtica unión política, careciendo de partidos que compitan en todo el territorio europeo y en todas las elecciones locales, regionales y estatales bajo unas mismas siglas y una única bandera. Hemos intentado construir un mercado interior único, diseñado por diplomáticos estatales, y el resultado es preocupante vista la progresión de nuestros competidores.
¿Quién se acuerda de la grandilocuente estrategia Europa 2020? Una estrategia para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador.
Antes, en la cumbre de Lisboa de marzo del 2000, la Unión Europea acordó convertirse en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer económicamente de manera sostenible con más y mejores empleos y con mayor cohesión social para el 2010. Parole, parole, parole. Incluso parió en 1993 un libro blanco para el crecimiento, la competitividad y el empleo. Hasta aquí hemos llegado, ahora con más papeles recopilados por esclavos literarios, aunque firmados por Enrico Letta y Mario Draghi. Cuánto desearíamos los europeístas que atinasen en los resultados. Sin embargo, la amarga experiencia de los últimos 30 años nos hace dudar.
Lo de esta Bruselas no es creíble porque lleva décadas vendiéndonos humo de consultoría. Queremos creer, pero no somos crédulos. No, viendo que a nadie le interesa Europa como sociedad, sino colocarse y cobrar. Pero el truco ya no da más de sí. El tiempo se agota. Cada lustro somos menos y más seniles. También diletantes. Así vemos a excelencias intelectuales como Dubravka Suica, que tanto logró para la demografía de la Unión que ahora es premiada con la ficticia cartera del Mediterráneo. A vivir, que son dos días, y tras diez años de comisaria el óbolo se convertirá en gran erario privativo. Europa se consume y nada hacemos desde la base. Las elecciones se suceden y los enemigos domésticos de nuestra menguante unidad van medrando. Que Bergoglio santifique de una vez a Robert Schuman, a ver si puede obrar un milagro.