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Hoy, 8 de noviembre, se cumplen 129 años desde el descubrimiento por Roentgen de los rayos X. Él consiguió demostrar su existencia poniendo la mano de su mujer, Bertha, encima de una película fotográfica en una emisión de rayos. Cuando reveló la imagen, contempló asombrado el esqueleto de la mano.
Fue el broche de oro de un siglo en el que la ciencia había comenzado a derribar supersticiones. Fue la centuria de la teoría microbiana de las enfermedades (Pasteur), de la evolución de las especies (Darwin) y de la genética (Mendel).
Roentgen recibió el Nobel de Física, pero hay en su biografía un hecho admirable. Él, renunció a patentar su invento. Lo hizo porque creía que nadie debía utilizar en su propio beneficio algo que ayudaría a toda la humanidad. Es hora de rendirle el merecido homenaje.
Hoy los rayos X forman parte de nuestra vida. Ya nadie va a una consulta sin estudios radiológicos obtenidos tras meses de espera. Ese retraso es consecuencia de la demanda creciente de pruebas, que satura a los radiólogos. Pero ¿qué hacen los radiólogos? ¿Para qué sirve un radiólogo? Cuando un médico solicita una exploración, lo que pide no son las imágenes. Lo que quiere es la opinión que el radiólogo extrae de las imágenes y plasma en un informe.
Cuando acudimos a hacer un TAC, una mamografía, etcétera, vamos creyendo que esas pruebas «dan el diagnóstico». No hay ninguna exploración que «dé el diagnóstico» Es la interpretación correcta de las imágenes la que lo permite.
El número de exploraciones crece vertiginosamente en todo el mundo. Esto ocurre por la mayor resolución de las pruebas de imagen y por el temor de los médicos a las demandas. Nadie quiere verse delante de un juez.
Consecuencias: escasez de radiólogos para atender tanta demanda, aumento del gasto e incremento de la radiación que recibe la población. ¿Cómo nos enfrentamos a esta situación? En la actualidad, todos los problemas se solucionan, o al menos eso se dice, con la llegada de la inteligencia artificial (IA). En la imaginación de nuestro futuro siempre aparece la IA, unas veces como solución y otras como amenaza, que para ambas cosas sirve.
La radiología no es la excepción. Está claro que va a ayudarnos mucho en labores de rutina. Por ejemplo, para medir automáticamente las lesiones tumorales y ahorrar tiempo en los controles. También servirá como sistema de detección y lectura de radiografías. De hecho, en los hospitales del Sergas ya se está utilizando la IA en la lectura de las radiografías de urgencias. Esto disminuirá parte del trabajo de los radiólogos.
La contrapartida a estos aspectos positivos, es la opinión apocalíptica, augurando que la IA acabará con nuestro trabajo. Hay quien dice que lo que hacen los profesionales podrán realizarlo las máquinas de forma más rápida, más barata y mejor.
No debemos preocuparnos en exceso, porque, como dice Astérix, «eso no ocurrirá mañana».