Antes de que irrumpiesen en el yudo gallego deportistas venidos de otras comunidades, hubo un tiempo en que salir al tatami con la bandera gallega era un orgullo incomparable; significaba representar a nuestra tierra, a nuestras familias y a todos los hermanos de tatami que compartían nuestros sueños. Era más que un deporte; era una declaración de identidad, de pertenencia, de amor a Galicia y al yudo.
Hubo un tiempo en el que ser campeón gallego era una meta, un honor por el que valía la pena sacrificarse. Te abría las puertas a un campeonato de España y te permitía soñar con metas más altas. Nuestro esfuerzo y sacrificio se convertían en el pasaporte.
Hubo un tiempo en que, a pulso, el yudo gallego se posicionó en la élite nacional. Nuestros equipos, hechos en Galicia, made in Galicia, competían y vencían sin ataduras, porque nuestra fortaleza residía en el coraje que nos define como pueblo. Hubo un tiempo en el que el yudo gallego brilló en Juegos Olímpicos, en campeonatos del mundo y de Europa, por coraje y pundonor más que por medios. Hubo un tiempo en que los grandes yudocas gallegos nos transmitían sus conocimientos a los más jóvenes. Con sus enseñanzas nos mostraban el camino; crecíamos junto a ellos, inspirados por sus logros, pulsados por su ejemplo.
Hubo un tiempo en que Galicia se adelantaba al futuro: organizaba ligas profesionales cuando nadie más lo hacía, y nos hacía soñar con que, algún día, el yudo podría ser incluso una forma de vida. Hubo un tiempo en que nuestra federación hacía encaje de bolillos con sus limitados recursos y los convertía en verdaderos milagros: organizaba ligas, concentraciones y oportunidades de crecimiento para nuestros jóvenes.
Por el valor de ese tiempo, invito a la directiva de la federación a trabajar incansablemente, para que los logros alcanzados con tanto sacrificio no caigan en el olvido y puedan, en cambio, ser la base donde nuestros jóvenes talentos encuentren el apoyo y la inspiración que necesitan. El verdadero valor del yudo gallego es el de su gente, y mirándoles, sabemos que cualquier tiempo venidero puede ser incluso mejor que el pasado. Principio de Jita Kyoei: «Ayuda y prosperidad mutua».