Argentina o la divinidad del gasto público

carlos estévez mengotti ECONOMISTA

OPINIÓN

CONTACTO vía Europa Press | EUROPAPRESS

30 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En 1932 en un artículo en The Times, Hayek, Lionel Robbins y otros colegas de la London School of Economics escribieron: «Somos de la opinión de que muchos de los problemas que tiene el mundo en la actualidad son resultado de créditos y gastos imprudentes por parte de las autoridades». En enero de este año escribí un artículo en La Voz de Galicia en el que defendía las políticas de contención de gasto público del plan de estabilización del Gobierno de Milei. Tanto en sus orígenes como en sus resultados inmediatos, el plan recuerda, con señaladas diferencias, a aquellos Pactos de la Moncloa que se produjeron en España en 1977 bajo la dirección del profesor Fuentes Quintana y que dieron lugar a una impresionante reducción de la inflación del 26 al 15 % en dos años.

Los resultados económicos obtenidos después del primer año de gestión del Gobierno de Milei son sencillamente extraordinarios, para lo que es un plan de estabilización de un país al borde de la quiebra. Recordemos que la tasa de inflación acumulada en el 2023 de Argentina superaba el 200 %. Las estimaciones del Fondo Monetario Internacional son que posiblemente se cierre el ejercicio con un acumulado cercano al 160 %, pero ese no es el dato relevante, sino la contención. En enero, el IPC mensual era de un 20,6 % y en noviembre apuntaba a un 2,4 %. Esto supone un extraordinario freno en el mayor impuesto que afecta a las clases medias.

Para conseguir este extraordinario esfuerzo se ha partido de una fuerte reducción del gasto público. Había crecido como un círculo vicioso del estilo: compro votos, aumento la deuda, la financio con señoreaje, es decir, con emisión de billetes, y así disparo la inflación hasta límites insospechados y el coste de la deuda a niveles inaceptables. La deuda pública tenía la calificación de CCC según Standard and Poors, es decir, que nadie la compraba. Para darnos cuenta del efecto, la prima de riesgo llegó en Argentina a un 43,6 % en diciembre del 2020. En enero del 2024, era de un 19,8 % y al mes de noviembre de un 7,9 %. En el 2023, el déficit de las Administraciones públicas financiado directamente con emisión de billetes era del 4,9 % del PIB, las estimaciones del FMI sitúan en el 2024 un saldo positivo de 0,5 %, algo bastante inusual incluso en los países más desarrollados.

Respecto de la producción, la contracción económica derivada de la reducción de recursos públicos ha provocado una caída del 3,9 % del PIB. Nuevamente, el FMI sitúa el PIB del año 2025 en un 4,99 %, ello supone un crecimiento lineal desde un 8,39 % sobre el PIB del 2024. Más aún, la estimación para el 2026 es un crecimiento del PIB del 4,69 %. De confirmarse, el cambio en la riqueza del país que va a provocar será sustancial. El índice de producción industrial refleja una caída del 6 % a diciembre del 2023 y un incremento en julio de un 7,5 %, manteniéndose positivo a lo largo de los siguientes meses. También llama la atención el incremento de la tasa de ahorro. Este se explica dado que, habitualmente, cuando se anuncia un plan de estabilización, las economías familiares y los sujetos económicos en general tienden a reducir los gastos superfluos para anteponerse a una situación de dificultad. Por último aspecto positivo, el dólar Blue, el cambio de dólar en la calle, ha estado ya por debajo del cambio oficial, lo que refleja un enorme freno en la salida de capitales del país.

La otra cara de la moneda la constituye la variación de los índices de pobreza e indigencia. El riesgo de pobreza estaba en un 41,7 % en el segundo semestre del 2023 y se incrementa en unos 11 puntos, hasta un 52,9 %. Como elemento relacional podemos decir que en España es un 20,2 % a esa fecha. El porcentaje de población en riesgo de pobreza afecta ahora a unos cinco millones de argentinos más, teniendo en cuenta que anteriormente ya afectaba a unos veinte millones. El peor dato es el de la indigencia; el salto es mucho más doloroso, ya que aumenta en unos cuatro millones de individuos. Se dobla hasta los ocho millones. Cabe suponer que el esperado cambio en el crecimiento de la producción para los dos próximos años reduzca sustancialmente este tremendo efecto. En todo caso, la atención a la indigencia debe ser una prioridad gubernamental, sobre todo con políticas de reinserción.

El país estaba condenado directamente a una catástrofe económica sin paliativos. Es evidente que la única salida de una situación como esta es un plan de estabilización con un fuerte recorte del gasto público, el equilibrio de las cuentas del sector público y facilidades al sector privado para restablecer el crecimiento económico y la creación de riqueza. Uno de los mayores riesgos de estas políticas de contención lo constituye la corrupción política que, en caso de aparecer, desalinea completamente a los sujetos económicos del proyecto de estabilización.

La política económica no puede ser siempre la misma, sin caer en sus propios baches. Hay que hacer en cada momento la más eficiente, aunque sea costosa en votos o dolorosa en resultados a corto plazo. Hayek decía que la sociedad se está convirtiendo en una especie de nueva divinidad ante la cual se protesta y se pide reparación si no se satisfacen las propias expectativas que ella misma ha creado. El ejemplo argentino es, de alguna forma, un fiel reflejo de esa situación cuando se llega al límite de la divinidad del gasto público.