
Recogidos los agotadores fastos navideños, pasé el día como aconseja Quevedo, conversando con difuntos y escuchando con los ojos a los muertos.
Recalé en muerto más vivo que nunca, Sócrates, que dijo: «Las mentes grandes hablan de ideas, las medianas de acontecimientos y las pequeñas de otras personas». A Sócrates hay que escucharlo con los ojos muy atentos porque casi todo lo que dijo son verdades eternas que siempre están de actualidad.
Es una realidad que el mundo hace tiempo que carece de mandatarios con grandes mentes capaces de desarrollar grandes ideas que nos hagan avanzar; de momento seguimos con los mismos mapas ideológicos que hace siglos y con el agravante de que la posmodernidad los dejó borrosos. Al no haber ideas nuevas, las mentes medianas se dedican a devorar las toneladas de acontecimientos que nos ofrecen cada día las redes y medios de comunicación. Al mismo tiempo, las mentes pequeñas —abrumadora mayoría— pastan todo el día en las praderas de las vidas de los demás.
Fue otro grande, Platón, quien escribía en La República que para que esta funcione necesita un plan de estudios claro, una hoja de ruta. Visto el panorama de mentes actuales y los continuos cambios de planes de estudios y de rutas, más parece que vamos sin dirección alguna y directos al redil.
Las únicas ideas relevantes las desarrollan los Señores del Aire (Javier Echeverría, dixit), los dueños de la tecnología y la comunicación, que, si bien hasta ahora permanecieron ocultos, actualmente han salido del armario de Silicon Valley y Zhongguancun y ya están en los gobiernos, enfrascados en carreras espaciales y buscando tesoros ocultos bajo los hielos perpetuos. Sabe Dios la idea que tienen del mundo que quieren construir (si es que la tienen).
Las mentes grandes pueden tener ideas magníficas pero también pueden ser muy malvadas, aunque peor son las otras, porque las medianas, que se hipnotizan con los acontecimientos y avances tecnológicos, suelen tener gran capacidad de asombro, pero no de crítica, y a las mentes pequeñas les da igual todo con tal de que las entretengan. Con un peligro añadido, que, al comprar las ideas de las mentes grandes malvadas, todos se vuelven malvados.
Hace tres días fue el día mundial de la croqueta, idea sublime de una gran mente. La primera croqueta aparece en un recetario francés publicado en 1691, escrito por François Massialot. A España llegaron con la Guerra de la Independencia, como ocurrió con la lamprea a la Bordelesa, solo que nosotros las convertimos en un plato de aprovechamiento perfecto y sustituimos la patata por la bechamel.
La croqueta es un atractor común y una gran idea para la humanidad que no necesita consensos. ¡Arriba croqueteros del mundo!