Si después de ver el documental de Dabiz Muñoz hay algo cristalino como el agua es que Cristina Pedroche le ha dado la vida. Porque pocas personas sorprenden tanto como el chef con tres estrellas. ¡No tenía ni un chavo para pagarse un viaje de avión para ver a su novia! Cristina no va de farol, y gracias a ella, el cocinero se ha convertido en un hombre ordenado con las cuentas saneadas. O al menos eso es lo que se deduce tras ver el caos personal y profesional en el que vivía Dabiz hasta la llegada de su pareja. Ella, lejos de la imagen que da en televisión, es todo sensatez, cordura y calma para Dabiz. A él hay que darle de comer aparte, porque el nivel de exigencia que tiene y el estrés al que se ve sometido le impide disfrutar de sus éxitos, que son muchos. Pero de El Xef, que es como se llama el documental de Netflix, interesan más cosas: la naturalidad de sus padres, la dimensión excepcional de su creatividad, los viajes a Japón para comer en los lugares más curiosos del mundo, el paladar exquisito que tiene Dabiz, la energía que le pone a sus platos, sus visitas a su terapeuta, sus maestros, sus amigos, y su mano derecha, el vigués Pablo Sobrino, que lo acompaña desde hace catorce años. Esa relación y la de Pedroche son el sostén de Dabiz que, en ese come-come en el que vive, ha aprendido a respirar como el mejor chef del mundo.