Elon Musk, cara al Sol

Jorge Sobral Fernández
Jorge Sobral CATEDRÁTICO DE PSICOLOGÍA. DEPARTAMENTO DE CIENCIA POLÍTICA Y SOCIOLOGÍA DE LA UNIVERSIDADE DE SANTIAGO DE COMPOSTELA

OPINIÓN

Mike Segar | REUTERS

03 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Escribo espoleado por el recuerdo de Auswichtz. Meca del exterminio. Automáticamente, mi reservorio de iconos, lo asocia con la imagen de E. Musk, brazo en alto, mano extendida, 45 grados de inclinación, vista al horizonte. Ese señor de fortuna estimada en la mitad del PIB de España (15° mundial, ránking del FMI).

Un día cayó de su caballo, camino de su Damasco particular, y cual Pablo, mutó en apóstol del Trumpismo. Ante algún reproche, contestó orgulloso que le dejaran en paz, que él saluda como le da la gana: «Harto estoy de que me recuerden a Hitler». De mi cosecha, confieso, entendí entre líneas: «Habría mucho que hablar de aquello, que no fue para tanto». En realidad, a nadie le importa nada lo que algunos entendamos o no: tal que sujetos particulares, esclavos de filias, fobias, condicionamientos paulovianos, y de nuestros limites intelectivos. Lo que importa aquí, y mucho, es como esas imágenes se convierten en signos a interpretar. Y como progresan a «símbolos». Pero no inertes, cual etiquetas descriptivas. Bien al contrario, símbolos muy vivos, que generan significados, combustible imprescindible para, en la interacción de unos con otros, producir el «sentido de las cosas». A más potencia y relevancia del comunicante y de lo comunicado, más fuego en la caldera productora de conocimiento: la conversación pública, el debate, la noticia compartida, el intercambio. Herramientas artesanas, factoría de «consensos». Así nace y fluye la arquitectura del «sentido común». No es baladí ni casual que el último eslogan autodefinitorio del trumpismo sea «la revolución del sentido común».

De modo consciente o no, controlan aquellos entresijos (iluminados por el «interaccionismo simbólico») acerca de cómo signos y símbolos construyen imaginarios colectivos, pero siempre con ansias colonizadoras: primero, construimos sentido; después, fabricamos «realidades» sociales. ¿Inverosímiles, acientíficas, contra la evidencia histórica? Igual da. Les llaman «realidades alternativas» y se quedan tan anchos. Tal vez por eso, Musk hace todo lo que puede para entronizar a los neonazis de Alternativa por Alemania.

La primera alternativa que ofrecen es el acuerdo historiográfico acerca del III Reich y ese Holocausto que evocamos. Vamos, que quede claro: mienten y reinventan la historia (la suya) de manera descarada y desinhibida. Pero seguramente, toda esa movida triunfará.

Les sobra potencia comunicativa. Veánse, con valor y biodramina, las redes sociales (casualidad, la más potente de todas ellas, propiedad de Musk) y la multitud de altavoces puestos al servicio de ese proyecto comunicativo. Instalado el marco, cualquier pintura hace cuadro. Y si hay que poner a un antivacunas de ministro de Sanidad, pues se le pone. No superará a que el propio presidente sea un delincuente con condena firme. Lejos nos ha traído el saludo fascista del multimillonario y mecenas trumpista. Puede ser. Pero bien dice la gente que el miedo es libre. Tengo edad suficiente para haber vivido los penúltimos coletazos del franquismo. Y ciertos significados no han cambiado: ese brazo elevado vocea poder, dominio, imperio, razón única, silenciar la disidencia, desprecio por los diferentes, xenofobia, patriarcado inclemente, eugenesia social. «Muera la inteligencia», que gritó aquel (la artificial no, que es nuestro business en Sllicon Valley). Y más, mucho más. Pero imperdonable olvidar el oro semiótico del bracito en cuestión: ¡el patriotismo! Todos los afectos al gesto en cuestión, adoran a sus patrias. Les cantan con fervor, mano en pecho si hace falta. Semejan tiernos enamorados al atisbar sus banderas o escuchar acordes de sus himnos. Lástima que tanto amor por sus patrias, conviva con tan frecuente desprecio por el bienestar de quienes las habitan. Sin ir más lejos: conozco a mucha gente que adora a España, pero le importan un bledo gran parte de los españoles. Tal cual. En fin; mientras, ojo al parche, gestionemos los demócratas como podamos miedos y prevenciones. No sé si es cierto que la historia se repite. A buen seguro que un brillante historiador que frecuenta estas páginas, nos ilustrará al respecto. Pero, por si las moscas, volvamos la memoria de cuando en vez a ese icono: Musk, brazo en alto, Cara al Sol... al que más calienta. Of course.