
Te pillan en el fuera de juego político más escandaloso que se recuerda. Presides una comunidad autónoma, estás al mando y desapareces en las horas críticas de una crisis que causa más de 200 muertes y daños devastadores. Tu mala dirección y tu incompetencia multiplican los estragos, pero te aferras al sillón con cierta chulería y las tablas de quien aspiró a ir a cantar a Eurovisión. Sales en la tele. Apareces en las redes. Inventas. Mudas de versión. Vuelves a cambiarla cuando los hechos te desmientes. Y la culpa de todo siempre es de los otros.
Tu partido, que llega a aplaudirte con la nariz tapada, te mantiene porque no tiene alternativa. Estás en minoría y tus antiguos socios ultras, los que permitieron tu investidura, pedirían un precio estratosférico por un nuevo sí.
Pasan varios meses. Aún no se han reparado los daños en Valencia. Y, tú sigues a lo tuyo. Sin explicar que hiciste aquel día decisivo. Inventando hechos alternativos. Cambiando de versión. Culpando a otros. Llegando incluso a difundir audios mutilados para atacar a la Aemet. Y te llevas una bofetada virtual enorme cuando se publica la pieza completa y muestra que esta institución hizo lo correcto: alertar de que «a las tres de la tarde empezará lo peor hasta las seis». Justo cuando tú, Carlos Mazón, estabas perdido en el restaurante Ventorro o en cualquier otra parte.