Francisco, Trump y la inmigración ilegal

OPINIÓN

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14 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Son solo tres páginas, pero sin duda la carta que Francisco dirigió este martes a los obispos norteamericanos pasará a la historia como un texto memorable. La motiva el inicio del programa de deportaciones masivas de inmigrantes ilegales. Una carta que, si bien tiene unos destinatarios concretos, vale perfectamente para todos los que en Europa hacen seguidismo de Trump: «Exhorto a todos los fieles de la Iglesia católica, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a no ceder ante las narrativas que discriminan y hacen sufrir innecesariamente a nuestros hermanos migrantes y refugiados».

No es un documento insólito, como ha dicho algún ignorante (o tendencioso). Los papas han intervenido en multitud de ocasiones y de géneros literarios (carta, homilía, discurso, encíclica, etcétera) ante situaciones sociales sangrantes. Ahí están la Rerum novarum de León XIII o la constitución apostólica sobre el cuidado de los migrantes de Pío XII.

Pero sigamos con la carta. «Estamos llamados a mirar la legitimidad de las normas y de las políticas públicas a la luz de la dignidad de la persona y sus derechos fundamentales, no viceversa», escribe el papa. Vamos, el abecé de la ética social, incluida la católica. Y añade: «Lo que se construye a base de fuerza, y no a partir de la verdad sobre la igual dignidad de todo ser humano, mal comienza y mal terminará».

El texto ha escocido en las filas trumpistas. «Cíñase a la Iglesia católica, déjenos a nosotros el control de las fronteras», dijo Tom Homan, responsable del control de las fronteras de la Administración Trump, desde la propia Casa Blanca. Nada nuevo bajo el sol: es la crítica que se escupe siempre que la Iglesia hace un juicio sobre política o economía, como si el evangelio no tuviera claras implicaciones en esas áreas.

Ya el vicepresidente norteamericano, James David Vance, que se autocalifica como un católico devoto, había acusado hace unos días a los obispos norteamericanos de lucrarse con fondos federales a cuenta de la inmigración ilegal, permitiéndose el lujo, incluso, de utilizar torticeramente un concepto católico medieval, ordo amoris, para justificar el programa de deportaciones. También Hitler tenía argumentos para su programa de higiene racial… y seguramente no haya grandes diferencias entre Guantánamo y los campos de concentración nazis, salvo los hornos, por el momento.