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Rodeados de escándalos por todas partes, llega un momento en que la capacidad de asombro se desborda y ya solo queda replegarse, no queda espacio para digerir tanta información.
A nivel político, la irrupción de Donald Trump y sus amenazas de matón de billar de barrio han puesto al mundo en posición de ser incapaz de discernir lo que hay de amenaza trapacera o de verdad. Nunca nos vimos en otra.
El asombro se extiende a todos los ámbitos sociales, desde la justicia a los globos de oros.
No hay verdad ni posverdad donde estar seguro en esta bruma ambiental. Sin mapas homologados, solo queda construirse el propio mapa que, inevitablemente, choca con el del otro. El mapa no es el territorio, pero si no hay mapas contrastados el territorio se descompone en mil pedazos
Los fines, los géneros, las ideologías, todo está borroso y sin límites claros.
Eso que llaman «el Relato» se ha fraccionado en una multitud de relatos enfrentados que muchas veces hacen dudar de las propias percepciones.
El caso de Rubiales es un ejemplo ilustrativo. ¿Cómo es posible que este tipo tan execrable por tantos motivos esté sentado en el banquillo enfrentándose a una pena de cárcel por un hecho que todo el mundo ha visto? ¿Una agresión sexual? El ojo no es la mirada. Lo que hace que lo que se vea sea interpretado de formas distintas viene determinado, entre otras cosas, por el filtro de la ideología del que mira. Lo que para la mayoría es un hecho despreciable y fuera de lugar, por mor de la ideología se transforma en una agresión sexual con pena de cárcel.
Los comentarios de tintes xenófobos escritos por la actriz transexual en un tuit de hace años se convierten en pena de ostracismo, saltándose a la torera la libertad de expresión que todos dicen defender. ¿Se pueden criticar, pero castigar las opiniones que uno tenga? Parece ser que sí, siempre y cuando las opiniones no sean las políticamente correctas. Extraños tiempos estos en los que las redes sociales atrapan a las moscas y dejan escapar a las avispas.
Un reflejo del cambio estructural producido en una sociedad que aún no ha conseguido estabilizarse de forma concreta está en todo lo tocante al enfrentamiento y crispación intergéneros que ha aportado el feminismo 3.0. Hace poco escuché a una escritora un comentario que me pareció muy lúcido a la hora comprender lo que está pasando en este batiburrillo diario de escándalos que acontecen en la relación de sexos: «Hoy los hombres buscan una mujer que ya no existe y las mujeres buscan un hombre que todavía no existe».
A ver si nos vamos enterando de que lo que buscamos aún no está disponible.