
El corazón es un órgano vital que tiene como función principal bombear sangre a todo el organismo, suministrando el oxígeno y los nutrientes necesarios para el correcto funcionamiento de los tejidos. Su forma se asemeja a una bolsa cuya pared es un músculo, llamado miocardio, y en cada latido se relaja para llenarse de sangre y se contrae para expulsarla. El corazón late aproximadamente 100.000 veces en un día, 35 millones de veces en un año, y mueve de 5 a 6 litros de sangre por minuto, unos 7.000 litros de sangre al día, que puede triplicarse cuando hacemos un esfuerzo intenso.
Este trabajo consume energía que el miocardio obtiene a partir del oxígeno y nutrientes que llegan a través de unas pequeñas tuberías que son las arterias coronarias. Desafortunadamente, estas arterias pueden enfermar, formándose placas en su parte interna que reducen la luz arterial y dificultan el flujo de sangre. Además, las placas pueden romperse y sobre ellas formarse un trombo que bloquea la arteria repentinamente, impidiendo la circulación de la sangre al miocardio.
La situación empeora con el paso del tiempo desde la oclusión arterial. A partir de los 20 minutos, las células del miocardio empiezan a morir, lo que se manifiesta como un infarto de miocardio, a menudo acompañado de dolor en el pecho y malestar. Si no se resuelve la obstrucción arterial y se restaura el flujo de sangre, el tejido miocárdico se destruirá y será sustituido por una cicatriz sin capacidad de contraerse, debilitando así el corazón.
La gravedad de un infarto de miocardio radica en la rapidez con la que se actúa para restaurar el flujo sanguíneo. Si se actúa en las primeras horas, se puede evitar un daño significativo. Por esto Galicia fue pionera, hace 20 años, en establecer un sistema logístico de traslado urgente de los pacientes con infarto de miocardio a hospitales donde se puede realizar un cateterismo para resolver la obstrucción. En algunos casos, menos del 1 %, el daño es tan severo que puede causar pequeñas roturas en la pared del corazón. Esta complicación es extremadamente grave y no se resuelve simplemente restaurando el flujo sanguíneo; requiere una intervención quirúrgica urgente para reparar la pared del corazón. Aunque la cirugía solucione la rotura, la mortalidad es alta debido a que el daño muscular puede continuar progresando, provocando nuevas roturas y comprometiendo aún más la función cardíaca.