
Si alguien albergaba la esperanza de que el alto al fuego temporal entre Israel y Hamás se prolongara en el tiempo hasta convertirse en una paz duradera, el bombardeo en la madrugada del lunes al martes le habrá disuadido definitivamente. Si alguien tenía ciertas expectativas sobre una paulatina pacificación en Oriente Próximo, estas se habrán esfumado con los ataques israelíes en el sur del Líbano y Siria, así como los estadounidenses a emplazamientos hutíes en el Yemen.
Los últimos desencuentros en la mesa negociadora entre los representantes israelíes y los de Hamás no auguraban nada bueno. Hamás sigue reteniendo a casi sesenta rehenes, la mitad de ellos muertos, y no parece que tengan intención de entregarlos hasta lograr la firma de una paz definitiva, una exigencia que Netanyahu no está dispuesto a cumplir. El líder israelí todavía no ha alcanzado su objetivo de eliminar no solo a la cúpula de Hamás, sino, a ser posible, el mayor número posible de sus miembros. Teme, no sin razón, que la supervivencia de los lugartenientes permita que esta organización resurja en breve tiempo. Esta preocupación se puso claramente de manifiesto con el ataque de la madrugada del martes, que ocasionó al menos 330 víctimas mortales, entre las que se encontraban Essam Addalees, el jefe del gobierno de facto de Hamás; Ahmed al-Hetta, el viceprimer ministro de justicia, y Mahmoud Abu Watfa, viceministro del interior y jefe de los servicios de seguridad. Pero, por si este frente no fuera suficiente, Israel sigue barriendo el sur del Líbano y Siria para acabar, en la medida de lo posible, con los efectivos restantes de Hezbolá, ante la inacción de los gobiernos de Beirut y Damasco, a los que conviene, y mucho, librarse de ese gran elemento distorsionador.
La Liga Árabe está totalmente inoperativa, y los mediadores egipcios, cataríes y saudíes tienen las manos atadas ante las posiciones totalmente antagónicas de israelíes y palestinos. Por si fuera poco, un nuevo elemento encizañador se ha unido al conflicto: EE.UU. bajo el mando de Trump. El agresivo ataque a los hutíes no solo es un mensaje de advertencia sobre la total falta de contención del nuevo Ejecutivo estadounidense, sino del apoyo total a Israel sin dejar de advertir muy seriamente a Irán sobre cualquier aspiración a recuperar su influencia regional. La paz negociada se aleja cada día más de la región, pero la paz impuesta tampoco es una opción, por mucho que a Trump le seduzca construir una nueva «Riviera» en la costa oriental del Mediterráneo.