Palabra de Sánchez

Fernando Hidalgo Urizar
Fernando Hidalgo EL DERBI

OPINIÓN

PACO RODRÍGUEZ

26 mar 2025 . Actualizado a las 11:51 h.

Hagamos un ejercicio de nostalgia y retrocedamos al 2018, cuando entonces gobernaba España Mariano Rajoy y un pujante Sánchez le asediaba implacable desde la tribuna de la oposición. El que habla, todo textual, es el actual presidente del Ejecutivo:

«Si el señor Rajoy no aprueba los Presupuestos Generales del Estado y como consecuencia de ello no anticipa las elecciones, lo que le exigiremos en ese momento al señor Rajoy es por obligación con la ciudadanía de este país y por responsabilidad constitucional, tendrá que someterse a una cuestión de confianza. Vivimos en una democracia parlamentaria. Un Gobierno tiene que aprobar su principal ley, que son los Presupuestos Generales del Estado. Si el presidente del Gobierno no puede aprobar su principal ley tiene como obligación constitucional y con la responsabilidad que le otorga ser presidente del Gobierno para con los ciudadanos, lo que tiene que hacer es someterse a una cuestión de confianza. Y si la pierde, el señor Rajoy ya no tendrá ninguna excusa para anticipar las elecciones en este país».

Obviamente, ahora con Pedro Sánchez presidiendo el Consejo de Ministros, ni se plantea mociones de confianza ni nada por el estilo. Como ya fue analizado en este periódico: «Siete años, tres presupuestos», reflexionaba César Casal.

Pero dejemos a un lado el tema en sí de los Presupuestos y vayamos con otro asunto más de fondo. ¿Cuánto vale la palabra de un político? Sobre la de Sánchez podemos escribir un libro bien grueso narrando las veces en las que donde dijo digo, acabó diciendo Diego. Sánchez ha mentido (o cambiado de opinión) con Bildu, con Puigdemont, con los indultos, con la amnistía, con los independentistas, con el 1-O, y con los Presupuestos, por no hacer interminable el artículo.

¿Cuánto vale la palabra de Sánchez? Hemos normalizado de tal manera que diga una cosa y la contraria que apenas afecta a su electorado que le esté mintiendo constantemente. Este es el escenario, una atalaya en la que los actores desvirtúan la verdad, engañan con cada una de sus palabras y no sienten la más mínima vergüenza cuando alguien les recuerda sus mentiras. El caso de Pedro Sánchez es paradigmático. Se mueve por las trincheras del embuste con un cuajo digno de analizar por los sabios más reputados. Para él un discurso solo se mantiene vigente en el momento de su expresión, hasta el punto de que sus célebres cambios de opinión se han convertido en una de sus principales bazas al frente de este Gobierno Frankenstein que tantos quebraderos de cabeza nos da.

Está claro que sus seguidores no lo son por lo que dice, sino bien porque le consideran un personaje carismático a quien seguir; bien porque al igual que sucede con los equipos de fútbol, pocos son los que cambian su militancia política; o bien, simplemente, por rechazo a sus adversarios de la derecha facha. Todo ello nos lleva a la conclusión de que a día de hoy, las ideas, la verdad, son solo estrellas fugaces de las que nos aprovechamos a conveniencia. Cosas con muy poco valor.

Una lástima.