Los conmilitones de Trump

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

XINHUA / RAO AIMIN | EFE

14 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Bertrand Russell definía el nacionalismo como «el vicio sin duda más peligroso de nuestro tiempo… Una expresión de la simpleza irredimible del hombre». Pensaba, también, que moralmente resultaba inaceptable. Sus diatribas en torno al nacionalismo han llenado muchas páginas y, por supuesto, numerosas controversias. No vamos a incidir en el pensamiento de Russell sobre el asunto (no todos los nacionalismos, por fortuna, son idénticos), solo pretendemos utilizarlo como cabo al que atar esta columna. La política arancelaria de Trump es fruto de esa «simpleza irredimible». Es su ultranacionalismo, caduco y trasnochado, quien lo ha empujado en su política arancelaria. Los aranceles, fruto del proteccionismo, nunca han funcionado. Basta leer cualquier manual sencillo de historia económica para comprobarlo. Sin embargo, encontraremos a quien sostenga lo contrario. Incluso a quien, representando a tres millones de españoles, no culpe a Trump de la cuerda floja (más bien cuchilla barbera) por la que transitamos. Hablo de Vox y de Santiago Abascal. Se ha ofrecido para mediar con el presidente estadounidense, pero no lo ha responsabilizado en ningún momento de su fechoría económica. Ignoro de qué modo se puede compatibilizar la pasión por España que día a día proclaman las huestes de Vox y el silencio, cómplice, ante los desafueros de Donald Trump.

No creo que la postura de Vox sea la más adecuada en este momento de incertidumbre. Como tampoco creo que la visita de Sánchez a China nos traiga ninguna sinecura. Ningún beneficio, sin lugar a dudas. Porque cuando Trump tenga que hablar de los aranceles para llegar a acuerdos, y tendrá que hablar, no olvidará que el primer mandatario europeo en visitar China fue nuestro actual presidente. ¿Recuerdan cuando Zapatero no se levantó de su asiento al paso de la bandera americana? Desde entonces nuestra relación con Estados Unidos ha ido de mal en peor. Y así seguirá. España quiere jugar un papel que no le corresponde, ni por historia ni por interés. Somos europeos y es Europa la proa a seguir; China, en realidad, es la otra cara de la moneda de Trump. Sánchez ha cursado en sus siete años de gobierno tres visitas a la República Popular China. Un desacierto, o cuando menos, una provocación a sus socios de camino (las democracias occidentales). También es un desacierto que un partido con tres millones de votantes, y su líder a la cabeza, pretenda que los españoles miremos con buenos ojos a un tahúr como Trump. Es el nacionalismo elevado a su máxima potencia. El nacionalismo excluyente que solo pretende mirar su propio ombligo («America first»). Falta empatía. Falta humanismo y humanidad. También lo escribió Bertrand Russell: «El mundo necesita corazones y mentes abiertas. Estos no pueden derivarse de rígidos sistemas, ya sean viejos o nuevos». Russell era un heterodoxo. También fue un racionalista. No sé qué pensaría de este tiempo en que toda razón, por desgracia, parece omitida.