
Las redes sociales nunca han destacado por su capacidad para combatir discursos del odio o evitar que se cometan delitos. Sus jefes siempre prefirieron censurar pezones antes que evitar linchamientos y cacerías propagadas por usuarios escondidos bajo el cobarde paraguas del anonimato o por hordas de bots, de cuentas falsas. ¿Les interesa la veracidad o la calidad? No. Solo la suculenta viralidad.
Tenemos que regular la actividad en redes como X, Facebook, Instagram o TikTok. No puede ser que Elon Musk o Mark Zuckerberg se lucren con anuncios en los que cuentas «verificadas» (pagan una cantidad al mes) relatan una falsa detención de personajes públicos como David Broncano o Ramón Melendi.
El cantante asturiano fue arrestado en el año 2007 por protagonizar un altercado en un avión, pero en los últimos tiempos solo ha sido noticia por su música o por el éxito de sus conciertos. Ni lo ha denunciado el Banco de España «por lo que dijo en directo» en televisión ni tampoco «todo el país está conmocionado» por lo que pudo haber pasado.
¿Qué pasa si denuncias en las redes esas publicaciones pagadas? Nada. Te recomiendan que pagues y uses versiones prémium, que no tienen anuncios. La desinformación y los intentos de estafas campan a sus anchas. Y ellos, los tecnoligarcas, aplauden.