Francisco, la impostura y los fariseos

OPINIÓN

El gran apagón ha apagado bastante el tsunami papista que nos empapaba. Pero, hecha la luz, vuelve la burra al trigo, cardenales mediante. Personalmente, los papados me interesan solo como observador de asuntos que camuflan enredos psicosociales de envergadura no menor. Después de todo, en mis lances infantiles no pasé de monaguillo de novenas. El cura de mi pueblo se coscó de que mi fe ni había empatado con mi escepticismo.
Algunas impertinentes preguntas en la catequesis le revelaron que mi promoción a monaguillo «de misa» sería una pequeña herejía. Que una cosa es colaborar al rezo de unas beatas nueve días y otra, de superior enjundia, ayudar al párroco sénior en la mística alquimia de la eucaristía. Dónde va a parar. El caso es que, ante la dana vaticanista de estos días pasados, llama la atención la obscena impostura de muchos líderes políticos, jefes de Estado, instituciones, organizaciones y opinantes de toda traza. El argentino de aspecto bonancible se hartó, nunca mejor dicho, de «predicar en el desierto». Acerca del amor cristiano y preferente de la Iglesia hacia pobres y desamparados, sobre el reparto mínimamente justo de la riqueza, sobre la igual butaca en el «reino de los justos» para aquellos con gustos sexuales menos estándar. No se opuso a la investigación y reparación de los abusos sexuales cometidos por cierto clero, y reclamó claridad en los oscuros entresijos de los grupos de presión más reaccionarios de la Iglesia. Dejó clarito que lo de Gaza es una lacerante vergüenza, preguntándose con retórica ironía: ¿acaso estaremos ante un genocidio? Reclamó como función de su Iglesia salvar al planeta, de paso que se salvan almas.
Llamó mil veces a una búsqueda de paz justa (no a rendiciones) en Ucrania, y, aunque calibró que los tiempos aún no eran llegados, afirmó que la Iglesia tenía pendiente una ingente tarea: el papel de las mujeres en ella. Un nuevo rol: que no parezca que si administraran los sacramentos estos perderían valor, se ensuciarían irremediablemente. Sus críticas sobre el orden económico mundial, aunque tímidas, le valieron andanadas inclementes desde tribunas vociferantes; incluidas las emanadas, día sí, día también, desde los medios propiedad de los obispos españoles. La carcoma, ya se sabe, es cosa de casa. Y dejo para el final la más urgente de sus quejas, repetida, acuciante, tan angustiosa como ignorada: la inalienable dignidad y derechos inherentes a la plena condición de humanos, en régimen de igualdad sin merma alguna, de «todos», migrantes incluidos. Aunque sean diferentes, incómodos. No son como nosotros, no; son nosotros mismos. Pues nada. Fíjense lo que le importó a la señora Meloni lo que «su» papa imploraba. Le faltó tiempo para exportar basura a vertederos albaneses. Y a eso quería llegar. La arquitectura de la manipulación, la mentira y el engaño a todo trapo, confundiendo a quienes se pueda y se dejen. ¿Intención?
Parece obvio: impregnarse mediáticamente del aroma buenista del ilustre difunto, al tiempo que me cisco en todo lo que dejó dicho y denunciado. Otra vez, las religiones y sus aledaños como cimiento en la manufactura de la ocultación, del disfraz y soterramiento del poder y sus mecanismos de discriminación. Milei le llamó hijo de puta, además de «representante del maligno en la tierra». Trump, lo más suave que dijo de él en un mitin fue «ese papa impostor, maldito comunista». Pues ahí fueron, raudos y veloces, a la cabeza del pelotón de póstumos aduladores, prestos a darse golpes de pecho, entre tiro y tiro al pecho de los demás. Trump debió volver muy impresionado del Vaticano. Acaba de proponerse como papa. Supongamos que sea una broma macabra, vista su procedencia. Hasta Putin, que ninguna ortodoxa vela tocaría en este entierro, se ha unido al coro cantor de virtudes del muerto. En fin, tocayo Bergoglio, paciencia en el más allá. El más acá ya te lo han arruinado esos que tanto te alaban. Fuiste un papa casi woke. Por eso te odiaban tanto. Así que, si te da por resucitar, ya sabes lo que dice tu libro de instrucciones sobre qué hacer con los fariseos. Suerte, y buena travesía.