
El conflicto del Sáhara, que perdura desde la retirada española en 1975, ha sido utilizado durante décadas por actores interesados en perpetuar la tensión. Marruecos, consciente de la necesidad de una salida política viable, ha propuesto un plan de autonomía que ofrece una solución de compromiso, realista, y respetuosa con la identidad saharaui, dentro del marco de su soberanía nacional.
Muchos europeos siguen interpretando el conflicto con una lente romántica propia de los años 70, desconectada de la realidad actual del Magreb. Esta visión, anclada en la retórica de la descolonización y el «derecho a la autodeterminación» como si se tratara de un manual escolar, ignora por completo la evolución geopolítica de la región y la instrumentalización del conflicto por parte de Argelia, cuyo objetivo no ha sido nunca la libertad de los saharauis, sino debilitar a Marruecos y mantener una tensión regional que justifique su propio autoritarismo.
La autodeterminación no es un concepto absoluto. En muchos casos, la solución ha sido —y sigue siendo— la autonomía dentro de un Estado-nación. El modelo marroquí propone: una autonomía que garantice a los saharauis el control sobre sus asuntos locales, su identidad cultural, sus recursos, y su representación institucional. Todo ello dentro del marco de la soberanía de Marruecos, país que ha invertido millones en infraestructuras, servicios y desarrollo económico en la región sahariana.
La llamada República Árabe Saharaui Democrática no existe sobre el terreno. Es una entidad ficticia sin control territorial efectivo, gestionada desde campamentos en Tinduf bajo la vigilancia del régimen argelino. No tiene instituciones democráticas ni transparencia alguna. ¿Se puede realmente hablar de un proyecto de Estado serio en estas condiciones?
España tiene una responsabilidad histórica con la región, que no puede ser confundida con una deuda perpetua. En lugar de alimentar narrativas polarizadas, debe favorecer una solución política que garantice la estabilidad regional, proteja los intereses estratégicos de ambos países y brinde a los saharauis una vida digna y en paz. La propuesta marroquí de autonomía es, a día de hoy, la única opción posible y sensata.