
Manuel Fraga siempre dijo que él no había proferido aquella frase que le acompañó durante toda su vida. Ramón Tamames, que entonces era militante del PCE, dice que sí. Tenían relación los dos intelectuales —de primer rango— y políticos. Cuando Fraga fue embajador en Londres se reunió alguna vez con Tamames. Dos mentes brillantes, charlando. Años después, ya fenecido el dictador, se organiza una manifestación del PCE frente al Ministerio de Trabajo. Fraga llamó por teléfono a Tamames. Le dijo que la manifestación estaba prohibida. El interlocutor le respondió: «La calle es de todos». Y, según lo que ha contado muchas veces Tamames, Fraga respondió: «La calle es mía». Pero el político de Vilalba siempre lo negó. No fue él quien pronunció tal sentencia que algunos han explotado de manera vehemente. Sin embargo, no es el asunto de esta columna dirimir si es cierta o no la leyenda. El asunto es a quién pertenece la calle. A todos, sin duda. Pero los que la toman a menudo son los simpatizantes o militantes de la izquierda. En Galicia, el BNG y el PSOE. Este año, sin ir más lejos, lo comenzamos en febrero con la manifestación a favor del gallego. En marzo, contra la planta de Altri en Palas de Rei. Y en abril, en defensa de la sanidad pública. En mayo, obviamente, regresamos al idioma. Y el bucle continuará en los próximos meses. Inagotable. La calle, sin duda, es suya.
Otra cosa es la realidad. Porque, mientras la izquierda se manifiesta para zaherir y menospreciar la gestión de la Xunta en materia sanitaria, los hechos van por otro lado. La pasada semana, el conselleiro de Sanidade, Antonio Gómez Caamaño, anunció que el Sergas vacunará contra el virus del papiloma a 24.500 hombres nacidos en el 2004 y el 2005. Comienza hoy la vacunación. Ya en noviembre de 2024 se activó la previsión de que hasta los 18 años estuviesen todos los jóvenes protegidos contra esta enfermedad. La campaña iba dirigida a 27.000 personas nacidas entre el 2006 y el 2009. Ahora se amplía. Galicia ofrece una de las estrategias de vacunación más sólidas y eficaces del mundo. Un orgullo. Presumamos de ello. Como presumía, en la edición de La Voz de Galicia del pasado martes, el señor Antolín Flores. Es un trasplantado de corazón. Decía en nuestro periódico: «La sanidad gallega es extraordinaria, nunca había visto nada parecido». Estos son los hechos. Esta es la realidad. Poco le importará a la oposición («si lo hace el PP, malo», es su principio motriz). En cualquier momento volverán salir a la calle con sus lemas clásicos: no al desmantelamiento de la sanidad pública, no a los recortes, no a la privatización. Sin embargo, los gallegos no tragan ese anzuelo. Porque cuanto más salen a la calle BNG y PSOE reclamando otra sanidad, los ciudadanos más votan al Partido Popular. Convendría recordar a Fraga. Él nunca dijo, según su versión, «la calle es mía». Quizá porque sabía que una cosa es la calle y otra el buen gobierno.