Salir sin hacer ruido

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

Yeny García | EFE

08 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El de quitarse la vida por propia voluntad es uno de los sucesos más trágicos y más extremos de la vida diaria. Es un martillazo en el suelo de cristal de la rutina de los humanos, los únicos animales que tienen conciencia de su propia mortalidad. El suicido rompe con todo. Se acabó la política, el fútbol, los impuestos, las preocupaciones… el dolor. Hace tres días, dos mujeres, madre e hija, tomaron —y llevaron a cabo— esta decisión radical, incontestable. Vivian en mi propia calle, lo que hace más difícil mirar para otro lado.

Hay seres humanos detestables, que desprecian la vida y se marchan dando portazos. Que a veces, por ejemplo, se llevan a su mujer por delante. O como el famoso Jeffrey Epstein, que se suicidó en su celda de una cárcel de Nueva York dejando atrás un mar de corrupción y dolor.

Pero hay seres humanos buenos, o simplemente normales, que intentan vivir su vida con dignidad, es decir, con una suficiente dosis de felicidad, por poca que sea. Pero que no lo consiguen: la enfermedad, la penuria, la soledad, la vejez… acaban tatuando en la rutina diaria la frase de Dante: «Abandonad toda esperanza». Uno, cuando aparece una noticia en la prensa que tiene el efecto en el lector de una taza de café que se vierte sobre las páginas impresas, intenta imaginar esas últimas horas, los preparativos, la decisión, quizá la última duda, el final. Y luego ya nada. Yo no sé si conocía de vista a estas mujeres, seguro que sí, pero hoy no escribo solo por ellas. Escribo por todos nosotros.