Ataque israelí a un Irán debilitado

Yashmina Shawki
yashmina shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

Ammar Awad | REUTERS

16 jun 2025 . Actualizado a las 09:17 h.

A estas alturas ya nada asombra salvo la estupidez y la crueldad y, para eso, tampoco demasiado. Como historiadora sé que hay que esperar lo inesperado y que los escenarios que parecen muy claros pueden enturbiarse en cuestión de segundos. Por eso, el bombardeo israelí a Irán no me ha sorprendido demasiado. El anuncio, justo el día anterior, de la evacuación de parte del personal de Estados Unidos en Bagdad, Baréin y Kuwait auguraba que el ataque era inminente. Y eso que Trump había organizado una reunión con representantes iraníes el domingo 15 de junio, con el fin de tratar el espinoso tema de su desarrollo nuclear. Pero la agenda de Benjamín Netanyahu es diferente. Aunque parece que la fecha para los próximos comicios no es muy cercana, ya que se han establecido para el 27 de octubre del 2026, el descontento social con el gobierno de extrema derecha es tan grande que las voces que piden un adelanto electoral son cada vez más fuertes para resistirse a ellas. Unas elecciones podrían producir un vuelco en la distribución parlamentaria, lo que pondría a Netanyahu en la picota judicial.

Además, la presión para que cese el asedio a Gaza, tanto internacional como la de los ciudadanos que todavía no han recuperado a sus familiares secuestrados, resulta cada vez más molesta. La grave crisis humanitaria generada ya no puede justificarse con la necesaria eliminación de Hamás. Netanyahu necesita ganar tiempo para evitar ser expulsado del Ejecutivo y cumplir con su programa de aniquilación de los palestinos. ¿Y qué mejor estrategia de dilación y distracción que atacar a Irán precisamente cuando se encuentra en un momento de gran debilidad?

Teherán nunca ha ocultado su deseo de barrer Israel de la faz de la tierra y a ello ha dedicado grandes recursos, financiando proxis como Hezbolá en el Líbano o Hamás en Gaza, pero su estrategia expansiva por Oriente Próximo se ha venido abajo en los últimos meses. La eficaz campaña israelí contra Hezbolá no solo ha liberado al Líbano de esta lacra y la injerencia iraní en su política, alentando grandes esperanzas para un nuevo futuro, sino que también ha propiciado el impensable derrocamiento del régimen de al Asad en Siria.

Probablemente, Tel Aviv ha considerado, además, que es el momento de aprovechar el cada vez mayor descontento en Irán, confiando en que los ataques selectivos contra la cúpula iraní debiliten el régimen lo suficiente como para propiciar también un cambio. De momento, me cuentan que los iraníes en la oposición están celebrando las muertes de los más tiranos del régimen. Cuestión de tiempo saber si será suficiente para que se organicen para acabar con él.