
Como pregonaba en los ochenta Hannibal, de El Equipo A, es maravilloso que los planes salgan bien. Pero hay siempre un porcentaje de fallo que resulta imposible de esquivar. Habría sido interesante que a La revuelta le hubiesen salido bien los planes que desde hace diez meses preparaba en secreto para el pasado jueves, pero el proyecto involucraba a demasiada gente como para que tantas bocas hubiesen permanecido selladas.
El programa quería subir el listón de la sorpresa que había colocado bien alto antes del parón navideño con la actuación de Amaia. Esperaba enfilar la pausa veraniega con una puesta en escena mayor, que preveía sacar del teatro a la Gran Vía de Madrid a todo el equipo y al público para hacer un pasacalles, entre batucadas, majorettes y un carnaval surrealista, hasta un gran escenario donde un coro de niños cantarían Como Camarón. Después, Estopa tocarían una canción. La clave de la operación era el silencio previo, para pillar a los viandantes desprevenidos y sin margen a que una multitud se arremolinara, porque eso habría requerido de un dispositivo de seguridad mayor. Pero la publicación de la noticia horas antes obligó a cancelar la actuación. «Se ha perdido el espectáculo, pero hemos salvado vidas», dijeron antes de hacer su performance a tamaño reducido dentro cuatro paredes para dejar a sus seguidores con las ganas de haber visto la versión original.