Parece que Vox está altamente interesado en que las mujeres españolas sean violadas por compatriotas y no por inmigrantes subsaharianos. Eso se desprende de las declaraciones de sus portavoces Rocío de Meer y Pepa Millán. Eso y que los inmigrantes que se quedan aprendan a jugar al mus, para adaptarse a los «usos y costumbres» de los españoles. Pero, por lo menos en el segundo punto, yo creo que debemos empezar por nuestros propios hijos, que desdeñan las banderillas y las patatas bravas, y desconocen el carajillo y el bocadillo de chorizo transparente. Y la cerveza del tiempo. Nuestra cultura hace ya mucho que es solo nuestra, que no es siquiera la de nuestros hijos, que celebran Halloween y escuchan reguetón a tope, que no saben quién fue Franco ni Antonio Machado, que siguen la NBA, que, cuando se ofuscan, atacan a Samuel Luiz o a Yoel, a los que no hubieran matado si Vox los hubiera quitado del medio. No sé si Pepa y Rocío quieren deportar también a Vinicius o a los millonarios venezolanos que recorren los carísimos restaurantes de la calle Jorge Juan de Madrid, pero me imagino que a esos no. Yo, que, como usted, conozco a muchísimos inmigrantes que forman parte de mi vida, y recuerdo las masivas migraciones de los nuestros: a Alemania, Inglaterra, Francia, Venezuela, Argentina, México, Cuba, Estados Unidos..., cuando oigo a una mujer de brava retórica queriendo conservar el país de los 40 millones de habitantes del año 2000 pienso corriendo en quién va a pagar nuestras pensiones.