Las centrales de bombeo y el calentamiento global

OPINIÓN

ANA GARCÍA

21 jul 2025 . Actualizado a las 09:32 h.

Nadie niega el ascenso de temperaturas en la superficie terrestre, atribuido por algunos al cambio climático antrópico y por otros al final del interglacial actual. La fusión del hielo acumulado sobre Groenlandia y Antártida, pero también en Himalaya, Alpes, Andes e Islandia ha ocasionado una subida del nivel marino de más de 120 metros en 12 milenios. Los islandeses llaman jökulhlaup a las avalanchas de agua y hielo formadas cada vez que un volcán erupciona. Se mueven a enormes velocidades destruyendo todo a su paso, (recordemos el Nevado del Ruiz en Colombia en 1985). Pero el pasado mayo, en los Alpes, el pueblo de Blatten fue arrasado por un jökulhlaup de hielo y agua provocado por la fusión del glaciar Birch que en 28 segundos destruyó casas de más de 600 años, provocando además un seísmo de magnitud 3,1. En el subsuelo de las Grandes Jorasses, (Mont Blanc), cubiertas de hielo, registros sísmicos precisos muestran que una ola de calor en 2015 desencadenó una nube de pequeños terremotos que no fueron dañinos. El agua del deshielo buscó caminos a través de las fallas creadas por la colisión de las placas tectónicas que formaron los Alpes, lubricándolas y preparándolas para su ruptura y nuevos terremotos. En Galicia, sin glaciares desde hace 15.000 años, la construcción de embalses, hace un siglo, en las zonas montañosas, formadas por la tectónica de placas, inyecta agua a presión en esas grandes fallas. La sismicidad inducida se constata cada vez que se cargan o descargan los 3.714 hectómetros cúbicos retenidos en los embalses gallegos cuyo desagüe por la antigüedad de las presas es de difícil control. Y, sin embargo, ahora se pretende multiplicar el riesgo con la construcción de las centrales de bombeo.